jueves, 22 de marzo de 2018

De vuelta, aunque sea la primera vez...

¿Es posible sentir que volvés a casa cuando llegás a un lugar donde jamás estuviste? Supongo que, como en todo, depende. Quizás no sea exactamente el mismo sentimiento pero quizás se le parezca. Al menos en mi (¿nuestra?) experiencia... ¿De qué estás hablando Willis?

Hablo de algo tan vago y subjetivo como las impresiones, las sensaciones, la complicidad y la familiriadidad. Hablo de nosotros en Italia. Quizás tenga que hacerme cargo. Hablo de mí en Italia. Y no me refiero a un tipo de pavada crónica argentina (y bastante chauvinista). Tampoco a que es algo que se lleva en la sangre cual si fuera un personaje de novela de Cambaceres. No, no es eso.

Quizás sea sólo el hecho de que ciertas fronteras, además de colores de pasaporte, banderas e idiomas suponen mundos culturales. Y, ciertamente, el italiano tiene bastante en común con el español, el portugués y, por añadidura, el latinoamericano. En Alemania se refieren a esa nebulosa ibérico-itálica (a veces con el agregado de Grecia) como el sur, un mundo de idiosincracias diferente. 

Claro que no todo el sur es el mismo sur, pero es sur al fin. No es lo mismo Venecia que Roma ni Roma que Nápoles. No es lo mismo Barcelona que Madrid (tema harto sensible en estos días) ni Sevilla que Florencia. Como no es lo mismo Ecuador que Chile o Salta que Bariloche. Pero, con todo, hay algo en común. O cosas. O conjuntos de sensaciones, de ideas, de formas de hacer, pensar y sentir, trazos culturales que nos acercan o, por lo menos, nos hacen creer que hablamos de lo mismo. O que, al menos, vemos -más o menos- algo que los otros también ven.

Ya lo había dicho, es algo vago. En general tengo la sensación de que en Alemania (lo mismo que en Polonia) está claro que soy extranjero. No sé, es algo que tiene que ver con la actitud física. La forma de comportarse. Se ve, de algún modo se nota. A veces jugamos a identificar extranjeros. A veces vamos por la calle y siento ésos dos que vienen por ahí son argentinos. Es una sensación. Llamalo lenguage corporal, habitus, volumen de la voz, forma de vestir, gestos... algo que dice algo de nuestra forma de comportarnos. De algún modo ese algo trasciende ciertas fronteras y hace que, acostumbrado a Alemania sienta que, al llegar a Italia, hay campos comunes.

Cosas tan pequeñas como una señora que te hace un comentario cuando te ve dudando entre éste o ese arroz, o como recurrir a las manos para enfatizar lo que querés decir, como minimizar una pavada o, por el contrario, la manera en la que lo dramatizás.  No puedo decir exactamente qué es, pero está y se siente. No lo siento acá. Ni lo sentí en París, o en Bélgica. O Dinamarca. Menos en Polonia o República Checa. Pero sí se siente en Italia o en Andalucía. Quizás sea que regresamos a un lugar en el que nunca habíamos estado, pero que -al menos- queda cerca de nuestro barrio.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Absolutamente. Y más -creo- (aunque no mucho)en Italia que en España. Cosa que no aparece en otros países latinos.

Nicolás dijo...

Sí, para mí también fue más en Italia que en España... así que idioma influye pero no es tandefinitivo para crear esa sensación de familiaridad