miércoles, 31 de enero de 2018

Fotos de miércoles

Egipto Madrid... uno de los lugares más impensados para encontrarse con un templo egipcio. 

lunes, 29 de enero de 2018

Finde largo en la ruta romántica: Estaciones intermedias

En el mundo de las matemáticas, si quiero ir del punto A al punto B lo lógico es trazar una línea recta y seguirla. Si tenés un auto, bueno, tenés bastantes chances de poder materializar el plan en cuestión. Pero si -como nosotros- viajás usando el transporte público, lo más probable es que encuentres que el camino que lleva de A a B no sea una línea recta. Por el contrario, es probable que -al mejor estilo “Juego de Tronos”- para ir al norte tengas que ir al sur y que para ir al este tengas que ir al oeste...

Así las cosas, a pesar de haber recorrido algo que se supone una ruta, nuestro itinerario terminó siendo cualquier otra cosa menos una línea. De ahí que durante el finde largo hayamos tenido que pasar por pueblos y ciudades a fin de combinar micros y trenes. En este viaje volvimos a pasar por dos conocidas nuestras: Nürnberg y Bayreuth pero también por un lugar que desconocíamos absolutamente y que resultó ser una sorpresa: Ansbach.

Nürnberg
Bayreuth

Ansbach

La sorpresa. Ni sabíamos que existía. ¿Tenías idea de que hubo alguna vez un margraviato en Ansbach que fue un estado semi-independiente? Nosotros definitivamente no.
Palacio de los márgraves de Ansbach
Una de las curiosidades históricas de Ansbach está relacionada con las deudas de los márgraves. Cuenta la leyenda que allá lejos y hace tiempo los márgraves se endeudaron más allá de sus capacidades, principalmente para la construcción del palacio. Tal fue así que, finalmente, se vieron obligados a venderle a Prusia todo el margraviato (con súbditos incluidos y todo). Claro que más tarde Napoleón metió la cuchara y Ansbach fue a engrosar Baviera.

sábado, 27 de enero de 2018

Cinco situaciones complejas en la vida de un extranjero en Alemania

Empiezo diciendo una obviedad. Si no hablás alemán, cualquier situación puede ser potencialmente compleja en Alemania. Obvio que como turista no necesitás hablar el idioma para recorrer el país ni hacer compras, visitar museos ni viajar. Pero... siempre ayuda y nunca viene mal.

Habiendo aclarado este punto, tengo que decir otra obviedad previa. Imaginate que empezaste a estudiar un poco de alemán para no llegar y no saber decir ni mú. Está muy bien pero, definitivamente, lo más probable es que no sea suficiente para mucho más que alguna que otra cortesía y ya. No quiero sonar desesperanzador pero para vivir en Alemania HAY que hablar alemán. Y no me refiero a chapucear cositas. Me refiero a hablar, escuchar, escribir, foguearse en el día a día, que es complejo y -normalmente- menos modulado y pausado que tu profesor(a). Hay gente que piensa que estamos en el siglo XXI y el inglés es la lengua franca y todo el mundo lo habla y blablabla. No digo que no sea cierto. Pero en mi experiencia, no hablar el idioma del lugar te coloca en una suerte de ghetto incómodo y dependiente de la fortuna y la buena voluntad ajena.

Bien, ahora creo que ya terminé con las advertencias previas y puedo meterme de lleno en el tema del día de la fecha: cinco situaciones complejas en la vida de un hablante de alemán no nativo que (casi) todo el mundo debe afrontar.

Número uno: La entrevista de trabajo.
Conseguiste una entrevista de trabajo y, salvo que vayas a trabajar en una escuela internacional o en un instituto de investigación, lo más probable es que la entrevista tengas que hacerla en alemán. No me quejo. Suena bastante lógico. En fin, la entrevista empieza y vos ya estás con los nervios al máximo. Mientras te presentás y respondés las preguntas de rigor del caso, va todo bien. Después empiezan poco a poco a complicarse las cosas. Luego de la tercera o cuarta vez en que le pedís a tu entrevistador/a que hable más despacio o que le decís que no le entendés te das por vencido/a y dejás de hacerlo. No podés estar toda la entrevista diciendo “¿qué?”, “perdón”, “¿cómo dijo?”. Así que empezás a confiar en tu intuición y a asentir a lo que te dicen. Si entendés más o menos la mitad de las cosas te das por realizado/a y ponés cara de “claro, es exactamente lo que yo pienso”.

Número dos: La salida con amigos.
Hablás un alemán decentemente aceptable. O eso creés. Ya podés mantener conversaciones con alemanes/as y hasta te sentís realizado/a después de discutir sobre algún tema complejo. Entonces llega el trauma. Salís con conocidos y esa charla que tuviste uno a uno en el living de tu casa con música suave de fondo es ahora imposible. Hay cuatro personas hablando al mismo tiempo, la música está a todo volumen, los de la mesa de atrás estallan cada dos minutos en carcajadas, el de la mesa de al lado hace un ruido terrible para cortar su comida y cada vez que alguien pasa por al lado tuyo te desconcentrás y perdés una palabra. Así empezás a sufrir de baches en los que no podés entender de qué están hablando hasta que ¡milagro! ¡Volviste a entender de qué va a la conversación! Ah, pero qué mala suerte. Para cuando lograste pensar cómo decir lo que querías, el tema ya cambió y tenés que guardarte la opinión en el bolsillo.

Número tres: La peluquería.
Antes de ir a cortarte el pelo lo pensás y deducís que no puede ser complejo. Ya sabés cómo se dicen “corto” y “largo”. No sé, ¿qué más se puede necesitar para ir a la peluquería? Quizás teñir, o algo así. Tampoco es difícil. Bueno, cuando llegás descubrís que hay un mundo de usos, costumbres y palabras que te es totalmente ajeno. Hay una palabra para un corte con tijera y otra para un corte a máquina. Hay más palabras para cada casi cualquier cosa. Ah, y posiblemente tu peluquero/a hable alguna suerte de variedad dialectal con palabras diferentes a las que vos conocés. Lo bueno es que si hablás hochdeutsch (alto alemán, la lengua “formal” por decirle de algún modo) te va a entender. Lo malo es que vos no vas a tener ni idea de qué te está hablando.

Número cuatro: La contabilidad.
Hasta ahora no he dado con ningún alemán (o alemana) que diga que las declaraciones de impuestos son fáciles. Si no lo sabías ¡sorpresa! … salvo que seas becario/a, tenés que hacer una declaración de impuestos. Quizás hasta zafes de pagar impuestos, pero declarar, tenés que declarar igual. Si los/as nativos no entienden el formulario y tienen que completarlo diccionario-en-mano, bueno... ¿qué nos queda al resto? Si creías que teniendo un(a) contador(a) ibas a zafar, pues tampoco. Ellos/as tampoco tienen idea de todo, entonces se sientan con vos y empiezan a rellenar las cosas y a consultarte o pedirte documentos y números misteriosos que vos ni nisiquiera sabés qué existen. Ni hablar de imaginar una traducción para esos números misteriosos y mucho menos saber en qué se diferencian “la clave impositiva” del “número único de la administración de impuestos”.

Número cinco: El hospital.
Una cosa es ir al médico. Te estudiás las palabras que necesitás y ya. No pasarán de ser unos cuántos síntomas. Buscás “tos”, “sudar” o “escalofrío” en el diccionario y listo. Otra cosa es el hospital-hospital. Hay todo un mundo de expresiones y palabras que jamás imaginaste. ¿Cómo se dice “ir de cuerpo?”, ¿cómo explico si una picazón es ligera o no?, ¿me dijeron que tengo que venir en ayunas?, ¿soy yo o me acaban de decir que tengo que traer una muestra de orina?... ¿o tengo que hacer pipí acá? Ni hablar de inyecciones, alergias, vacunas ni mucho menos de autorizaciones para estudios. ¿De qué me están hablando? ¿qué es lo que tengo que hacer? ¿dónde? ¿cuándo?

jueves, 25 de enero de 2018

Finde largo en la ruta romántica: Dinkelsbühl

La primera vez que alguien me habló de Dinkelsbühl la describió como “la hermana pequeña de Rothenburg”. Lo de hermana pequeña no viene tanto por el tamaño (las dos tienen más o menos la misma población) sino porque ambas son destinos obligados de la ruta romántica (Rothenburg más que Dinkelsbühl), las dos están muy bien preservadas y las dos tienen la misma estética de pueblito de cuento, con sus murallas y todo.
Podría decirse que, más allá de lo edilicio (donde Rothenburg corre con cierta ventaja), la principal diferencia entre ambas es la cantidad de turistas. Mientras que en Rothenburg son auténticas hordas, en Dinkelsbühl no pasan de unos cuántos… Si en nuestras fotos de Rothenburg no se nota es porque nos quedamos a dormir en el pueblo y salimos a las siete de la mañana a sacar fotos sin el mar de gente que las inunda más tarde.
Volviendo a Dinkelsbühl, uno de sus principales atractivos es que aún preserva sus torres y murallas. La primera fortificación del pueblo fue ordenada por el emperador Enrique V y en el año 1305 fue declarada ciudad. Ciudad entre comillas, porque imaginense que si hoy su población no alcanza los 15.000 habitantes, setecientos años atrás no quiero imaginar.
En 1351 Dinkelsühl se transformó en ciudad libre, privilegio que mantuvo por unos cuántos siglos hasta que, nuevamente, Napoleón mediante fue a engrosar el reino de Baviera junto con el resto de la Franconia. Igual me estoy adelantando, porque para eso hubo que esperar hasta el siglo XIX.

Como particularidad, en la época de la reforma protestante, fue una de las pocas ciudades en las que no hubo una clara mayoría ni católica ni luterana. Este fifty/fifty premitió que se desarrollara una especie de gobierno donde estaban representados unos y otros.

miércoles, 24 de enero de 2018

Foto de miércoles

Barcelona. Me parece haber visto un lindo gatito... o quizás no.

lunes, 22 de enero de 2018

Finde largo en la ruta romántica: Rothenburg (ob den Tauber) II

En 1803 otro viejo conocido entró en acción. Napoleón mediante se termina el curro la existencia de las ciudades libres imperiales, que son repartidas e incorporadas a otros estados, particularmente, a los aliados de Napoleón. En el caso de Rothenburg, -al igual que buena parte de la región- fue a parar a Baviera, que aumentó su tamaño considerablemente absorbiendo unas cuantas ciudades y obispados en las que ya hemos estados: Nürenberg, Bamberg, Bayreuth, Würzburg y un largo etcétera.
Parece que ya en el siglo XIX la ciudad comenzó a desarrollar cierta fama turística gracias a su casco histórico medieval y sus murallas preservadas a lo largo de los siglos. Alemanes de otras regiones, ingleses y franceses comenzaron a visitar Rothenurg, y el pueblo logró salir de su olvido gracias a los considerables ingresos generados por el incipiente turismo.
Lamentablemente, ya en el siglo XX parece que la ciudad se convirtió en un nido de nazis. La población de Rothenburg apoyó electoralmente en forma masiva a Hitler y para el Partido Nazi Rothenburg se convirtió en el idilio medieval germánico. Un pueblo de propaganda donde se exaltaba la tradición medieval alemana y que se contraponía a la “decadencia” de las grandes ciudades. Sobra decir que la sinagoga de la ciudad fue destruída y su posblación judía deportada para su exterminio en campos de concentración.
Podría decirse que Rothenburg se convirtió en un símbolo más de esa Alemania pura pregonada por los nacionalsocialistas y, al mismo tiempo, éstos se convirtieron localmente en la fuerza dominante. Por esta misma razón, ya después de iniciada la guerra Rothenurg se convirtió en un objetivo militar. Tomar la ciudad se volvió para los estadounidenses en prioridad no por su importancia estratégica sino por el valor simbólico que el pueblo había tenido para la Alemania nazi. En la segunda guerra muchos de los blancos de los bombardeos y ataques eran, obviamente, grandes ciudades, plantas industriales, vías de cmunicación y bases en posiciones estratégicas. Pero también había blancos "simbólicos". Lugares cuya destrucción, por su importancia histórica o cultural, podía tener un efecto anímico. En tales casos, el objetivo era minar la moral enemiga a través de la destrucción de sitios de importancia cultural o histórica.
De hecho, la ciudad fue bombardeada y el mando estadounidense ordenó tomarla a cualquier costo. Afortunadamente quien tuvo que efectuar el ataque y toma de Rothenburg fue un tal John McCloy, cuya madre había visitado Rothenburg antes de la guerra y había quedado enamorada del lugar. McCloy decidió ofrecer un ultimátum a las fuerzas que defendían Rothenburg; o entregaban la ciudad o todo el pueblo, murallas medievales incluidas, volverían a ser bombardeados. El mando alemán se negó una vez más pero el responsable de las tropas de la ciudad decidió (afortunadamente) desbedecer la cadena de mando y rendirse. Por segunda vez Rothenburg había logrado zafar de una destrucción segura.

sábado, 20 de enero de 2018

Finde largo en la ruta romántica: Rothenburg (ob den Tauber) I

Parece que en el ranking de los lugares más visitados en Alemania (por razones turísticas) están el castillo de Neuschwanstein, Berlín, Munich, la menos conocida ciudad de Heidelberg y Rothenburg ob den Tauber... que podría traducirse (aunque hay polémica) como "Ciudad amurallada / fortaleza roja por sobre el Tauber" (que vendría a ser el río junto al que se encuentra la ciudad). 
La historia de Rothenburg comienza en el 970, cuando se creó una parroquia y se comienzó a construir el Grafenburg oberhalb der Tauber, algo así como el castillo/fortaleza del conde por sobre el Tauber. El “por sobre” es bastante fácil de entender. El castillo se ubicó en una pequeña meseta que está junto al río y desde la que se lo ve “desde arriba”.
Después de cerca de doscientos años la familia de los condes se extinguió y el emperador, que además de gobernante era un hombre de familia, vio la oportunidad para nombrar heredero a uno de sus muchos sobrinos. El nuevo conde aprovechó para ampliar el castillo que ya se conocía como Rothenburg ob den Tauber (la fortaleza roja sobre el Tauber) ya que por encima de las paredes sólo se veían los techos del castillo, que eran rojos. No sé si será el origen real del nombre pero no me van a decir que no tiene lógica.
Junto al castillo comenzó a crecer el pueblo, que adoptó el mismo nombre y que en año 1170 fue transformado en “ciudad libre imperial”.
En el año 1356 hubo un terremoto que destruyó el castillo, que ya no volvió a ser recontruido. La ciudad, por su parte, aprovechó la ocasión para reconstruir los edificios más importantes ostentando un poquito más.
Como nota de color, en el año 1631, durante la guerra de los treinta años, la ciudad fue tomada por el conde Tilly. Si te quedaste dormido/a en la clase de historia (o tu plan de estudio jamás incluyó la guerra de los treinta años), te hago un breve y horrible resumen. Los bohemios (hoy diríamos checos) se rebelaron por vez enésima contra los austríacos. El episodio que da comienzo a la guerra es casi un evento gramatical... Todo comenzó cuando los nobles de Bohemia ( oeste de la República Checa) decidieron rebelarse una vez más contra los austriacos, esta vez sumando al combo un cóctel religioso en el que combinaron husismo y luteranismo. Rápidamente los austríacos les recordaron que, en casa del emperador Habsburgo, no ser católico apostólico romano no es una opción. Los bohemios se irritaron y empujaron (levemente) a los enviados austríacos por la ventana. En latín ventana se dice fenestra. Del evento surge un nuevo verbo, defenestrar, o sea, amablemente invitar a alguien a suicidarse a través de su caída por una ventana. Podrán imaginar la que se armó después.
La guerra de los treinta años involucró a partir de entonces al emperador romano germánico, los austríacos, Suecia, Dinamarca, Francia, Rusia, Sajonia, Baviera, las ciudades imperiales y un largo etcétera en un tole-tole de dimensiones siderales.
En fin, de vuelta a Rothenburg, en medio de semejante batahola la ciudad fue tomada por las fuerzas del Conde Tilly. Cuenta la leyenda que Tilly tomó como prisionero al alcalde y a los concejales y habría decidido incluso quemar la ciudad pero que –afortunadamenete para nosotros- habría cambiado de planes. ¿Por qué? Como (casi) toda leyenda, la cuestión es en este punto bastante inverosímil pero es lo que hay. Resulta que después de capturar la ciudad Tilly fue agasajado por los concejales que, además de entregarle (más literal que figuradamente) las llaves de la ciudad, le ofrecieron vino en un copón histórico que tendría una capacidad de más de tres litros. Divertido por las dimensiones de la copa, Tilly propuso perdonar la vida de los concejales y de la ciudad entera si alguien lograba vaciar la copa de un solo trago. En otras palabras, si los locales querían zafar, alguien tenía que hacer un fondo blanco memorable.
Parece que el alcalde del pueblo era un bebedor bastante experimentado y para sorpresa de los/as presentes, logró beber los tres litros y cuarto de un solo trago, con lo cual salvó su pellejo y el futuro de Rothenburg al mismo tiempo. Supongo que los habitantes de una ciudad jamás estuvieron tan agradecidos de ser gobernados por un borrachín.
De todos modos la guerra de los treinta años tuvo efectos devastadores para la economía local, y Rothenburg entró en una decadencia que duraría unos cuántos siglos y que la preservería casi sin modificaciones por más de trescientos años.