jueves, 30 de marzo de 2017

Supermercado, países y cosas que se extrañan I

Cosas (de Argentina) que extrañamos del super (en Alemania)

Carne (de vaca). Es cara, cuando no carísima. Tampoco hay muchos cortes. Los que existen son carne para gulasch, carne para milanesa o cosas por el estilo. Sí hay bife, o algo así, a un precio tan delirante que no encuentro un adjetivo que lo describa.

Galletitas. Seguimos sin dar con las galletitas de agua. O de salvado. Parece que no hay. Y las dulces tampoco tienen tantísima variedad. Sí hay una cantidad inabarcable de obleas y afines. También de galletitas con chips de chocolate (o pasas de uva). Saliendo de eso se acaba la diversidad.

Mantecol. En el supermercado de productos de medio oriente hay halva de sésamo. Se supone que es el abuelo del mantecol. Pero a pesar de que se le parezca, no es lo mismo.

Yerba. Otra cosa que hay en el super de productos de medio oriente. Pero es cara y si tenés suerte hay dos marcas. No se puede pedir mucho más, es cierto. 

Dulces (de leche, de batata y de membrillo). ¿Dulce de batata y membrillo? Nadie termina de entender de qué se trata. Un dulce sólido parece inimaginable en estas tierras. Respecto del dulce de leche, al escuchar la descripción, muchos alemanes suelen poner una cara que oscila entre la indigestión y la curiosidad, como si la mera idea del dulce de leche ya les hubiera resultado empalagosa. Afortunadamente en uno de los supermercados hay karamel creme, también conocido como dulce de leche. Pero es medio gelatinoso y no muy denso. Sí, ya sé, suerte que hay algo.

Tapas de empanada. Te las debo. Para tarta hay algo más o menos similar en otro de los supermercados. Sin embargo, no termina de funcionar igual. Por ahora los resultados han sido tan magros que hemos decidido incursionar en el amasado de nuestras propias tapas para empanadas. Eso sí, usando el termo como palo de amasar, la tarea dista de ser un trámite.

miércoles, 29 de marzo de 2017

Fotos de miércoles

Leipzig, a principios del otoño. Sábado bien temprano, en el camino a alguna excursión. Al pasar por un parque vemos como la luz del amanecer se filtra por entre las ramas de los árboles.

lunes, 27 de marzo de 2017

El monumento de la Batalla de las (cinco) Naciones

El alemán es, ante todo, un idioma eficiente, reglado, rico en palabras autoexplicativas y –por si fuera poco- chorizos lingüísticos. Allí donde nosotros usamos siete palabras (monumento-de-la-batalla-de-las-naciones) los alemanes usan sólo una: Völkerschlachtdenkmal. Claro que para pronunciarla tenés que respirar hondo, prepararte para las gárgaras y cruzar los dedos para no confundir ninguna consonante ni anudarte la lengua.
En fin, el Völkerschlachtdenkmal es uno de los mayores monumentos de Leipzig. Pero ¿qué batalla recuerda? ¿cuáles son las naciones involucradas? Recuerda la batalla de Leipzig, de 1813, la primera gran derrota de Napoleón que lo forzó a retirarse y, evenualmente, rendirse y a abdicar.
¿Cuáles eran las cinco naciones? Francia, por un lado y Prusia, Rusia, Suecia y Austria por el otro. Claro que había polacos entre las tropas de Napoleón, además de sajones y bávaros y muy posiblemente las tropas de sus enemigos fueran igualmente cocolichescas.
Con motivo del centenario de la batalla de las naciones, el emperador alemán pensó en llevar adelante un enorme monumento que recordara la batalla y atestiguara la riqueza y capacidad del imperio alemán. En realidad, y como buen alemán, lo pensó antes, a finales del siglo XIX, de modo que el edificio estuviera listo para el centenario.
¿Tantos años para hacer un monumento? Sí. Por si no se nota, tiene una base cuadrada de 124 metros de lado y una altura de 91 metros. Digamos que para el proveedor imperial de cemento y concreto debe haber sido un lindo curro.
Claro que la estética del monumento poco tiene que ver con la época napoleónica. Tampoco con las naciones involucradas. Parece, ante todo, un monumento al pueblo germano y combina elementos románicos, soldados medievales y lo que para la época era una vanguardia casi escandalosa.  

sábado, 25 de marzo de 2017

Leipzig (Segunda parte)

Para el siglo XIX, Leipzig era una ciudad en pleno desarrollo industrial y contaba con más habitantes que en la actualidad, al menos en el núcleo urbano. (Hoy tiene menos habitantes en el centro de la ciudad pero más en los suburbios). Por haber sido un centro industrial importante y una de las primeras ciudades alemanas a las que llegó el tren, Leipzig cuenta con la estación de trenes más grande de Europa. Para variar, hoy semi convertida en Shopping.

De finales del xiglo XIX es también la nueva municipalidad. Nueva era a comienzos del siglo XX, claro está. Por si a alguien le interesa el dato, se la considera la municipalidad más alta de Alemania.
 La muni de Leipzig, construida sobre los restos de un antiguo castillo.
Del siglo XIX y principios del XX la ciudad conserva un rico patrimonio de edificios historicistas, modernistas y de todo un poco, especialmente a lo largo de sus calles peatonales.
Quizás la notable excepción sean la antigua municipalidad y la plaza del mercado, mucho más cercanas al renacimiento alemán.
También del renacimiento es el edificio de la Bolsa:
Las iglesias del casco urbano son también una excepción. La Tomaskirche sea quizás una de las más visitadas por haber sido la iglesia donde trabajaba, componía y tocaba un tal Johann Sebastian Bach.
La otra iglesia importante del centro de la ciudad, la Nikolaikirche, también tiene lo suyo, con un interior que sorprende y que poco tiene que ver con la severidad de su exterior.
Claro que más allá del casco histórico la ciudad tiene un patrimonio arquitectónico bastante interesante donde se mezclan los estilos y se suceden el gótico, el barroco, el clásico y mil y una escuelas más.

En este sentido tengo que reconocer que la ciudad nos sorprendió gratamente. Yo guardaba un recuerdo más bien gris de la ciudad, con edificios tristes y espacios semi abandonados pero encontramos algo muy diferente.
¡Hasta hay lugar para la arquitectura tradicional rusa!
Y claro, como buena ciudad de la ex Alemania oriental no pueden faltar las plazas secas, los espacios abiertos, los monobloques y los edificios modernoides posteriores a la reunificación…   

jueves, 23 de marzo de 2017

Leipzig (Primera parte)

¿Alguien conoce la ciudad de Lipsia? ¿Y si dijera que es la décima ciudad más grande de Alemania? Pues bien, Lipsia (en español) es Leipzig (en alemán). No sé por qué los españoles se empecinaban en hacer estas traducciones ridículas de nombres pero bueno, es así nomás.
Quizás el nombre no suene mucho más familiar que Lipsia pero es, después de Berlín, la mayor ciudad de lo que fue la Alemania oriental, apenitas más grande que Dresden. Y al igual que Dresden, queda en Sajonia. De hecho, existe algo que se llama el triángulo sajón, que es dónde se encuentra la mayoría de la población, industria y riqueza del estado. Como buen triángulo, imaginarán que tiene tres vértices y así es… Dresden, Chemnitz y Leipzig.
En su época la ciudad fue conocida, entre otras cosas, por su tradición musical. Entre otros, vivieron en Leipzig, Johann Sebastian Bach, Friedrich Mendelsohn y, cuando no, Richard Wagner. 
 Arriba, el café en el que -cuentan las leyendas- Mendelsohn orgnizaba sus tertulias musicales. Abajo, cerca del museo Bach, la influencia comercial del músico se hace sentir. Café Bach, restaurant Bach ¡y hasta heladería!
Si ya desde el Renacimiento Leipzig se había establecido como un centro musical de cierta importancia, que Bach se instalara aquí para ser responsable de los coros y la música de las iglesias de la ciudad no hizo más que acentuar la tradición.
La Thomaskirche, la iglesia donde Bach trabajó como compositor, director del coro, profesor de música y organista.
Arriba a la izquierda, el monumento a Bach junto a la iglesia en la que trabajara. A la derecha, su tumba. Abajo a la izquierda, el museo Bach. A la derecha, el edificio de la Filarmónica.
Siguiendo la tradición musical, la ópera de la ciudad es la tercera más antigua de Europa, después de Venecia y Hamburgo. Fue establecida ya a fines del siglo XVII. Lamentablemente, del edificio original no queda nada. El actual fue obra del proceso de reconstrucción y muestra, al igual que otros rincones de la ciudad, una clara influencia de la arquitectura soviética.
Pero no sólo de la música se vive en Leipzig. Por su posición –en la intersección entre la vía regia y la vía imperial- se convirtió tempranamente en un centro de intercambio importante, recibiendo ya en el año 1165 el derecho de tener mercado.
Edificios históricos (y no tanto) en la plaza del mercado
Con el tiempo, la tradición de organizar mercados se extendió a otros ámbitos. Así surgió la feria de Leipzig. No en vano hoy es una de las principales ciudades para ferias, congresos y convenciones. A lo largo de la época socialista la ciudad mantuvo su posición como centro de convenciones importante, como lo atestigua el viejo edificio de ferias que tiene, por así decirlo, una ligera influencia soviética.
En 1409 se fundó la Universidad de Leipzig. Entre otros estudiaron aquí Leibniz, Goethe, Nietzsche, Wagner, Tycho Brahe y hasta la Merkel. En total, la universidad produjo nueve premios Nobel, una cifra nada despreciable. Luego de la reunificación, la sede de la universidad en el centro de la ciudad fue renovada y hoy ofrece un aspecto, cuando menos, interesante. 
Desde época temprana la universidad tuvo importantes desarrollos en las áreas de matemáticas, técnica, el derecho y la literatura. Como resultado se convirtió en uno de los primeros centros editoriales del mundo germano y sede de la Biblioteca Nacional Alemana.
 Arriba, el edificio viejo de la Biblioteca Nacional. Abajo, el nuevo.
Hablando de literatura y literatos, parece que el joven Goethe -que no dejó ciudad alemana por visitar- tiene cierta deuda con Leipzig, ya que una parte de una de sus mayores obras está ambientada aquí. No sólo eso. En el Auerbachs Keller cenó el Fausto de Goethe alguna vez pero también -si le hacemos caso a la leyenda- el autor habría imaginado la primera parte de la obra en sus años mozos.
Monumento de Goethe. De fondo, los edificios de la municipalidad y la Bolsa.

Hoy la galería donde se encuentra el restaurante subterráneo da cuenta de las desventuras del doctor Fausto.

Y hablando de doctores y doctos, ¿qué estudiaba Goethe en Leipzig? Derecho. De hecho, la ciudad cuenta con una de las facultades de derecho más importantes del país. Tal es así que en el siglo XIX la ciudad fue elegida como sede de la Corte Imperial, hoy una de las cinco cortes federales de Alemania.
 Arriba, la corte federal de Alemania. Abajo, algunos de sus edificios anexos.