miércoles, 30 de noviembre de 2016

Foto de miércoles

Una ventana de cuento, en algún lugar de Alsacia. Lo que no sé es dónde está el enanito que falta. Juro que que no me lo robé.

lunes, 28 de noviembre de 2016

Pequeños hábitos germanos explicados

Mes de Abril. El evento parece haber ocurrido allá lejos y hace tiempo pero no fue hace tanto. Me junté con quien era, en aquel momento, un nuevo tándem. Después de hablar un largo rato en ambos idiomas comencé a sentir que ya había sido suficiente. No sólo mi cabeza reclamaba una pausa, claro está, sino que también debía vérmelas con el supermercado, las compras y la cena.

Expliqué que tenía que irme y pregunté por posibles fechas para nuestro siguiente encuentro. Pronto acordamos algo, así que me dí por satisfecho y me levanté. Como ya sabía lo que tenía que decir para señalar que la había pasado bien, lo hice. Mi interlocutor me respondió y me acompañó en dirección a la puerta.

Agradecí la invitación, el café y las tostadas y nos despedimos. Pero nadie abrió la puerta. Se generó un silencio extraño y volví a usar una frase de cortesía. El dueño de casa respondió algo y sonrió. Sonreí y miré en dirección a la puerta. Pero nada pasó. Sonreí de nuevo y el dueño de casa me devolvió la sonrisa. Alguno dijo algo y el otro asintió. Nuevo silencio. Volví a mirar en dirección a la puerta. Volvió a hacerse un segundo de silencio que fue rápidamente interrumpido por la risa de mi interlocutor. Entonces vino la explicación.

Aquí es el invitado quien usualmente abre la puerta luego de su visita. Y como las puertas no se cierran con llave sino hasta la hora de dormir, el proceso no resulta complejo ni intrusivo. Al menos, para los alemanes.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Alsacia, de Eguilsheim a Riquewihr

A esta altura nadie se sorprenderá si reconozco que no pude seleccionar veinte fotos de Alsacia entre todas las que tenía. La verdad es que fue difícil llegar incluso hasta ese número. Bueno, se ve que tengo debilidad por los pueblitos salidos de cuento llenos de ventanas y balcones atestados de flores. Lo reconozco. Es así nomás. 

jueves, 24 de noviembre de 2016

La ruta del vino en Alsacia

¿Te parece si mañana vamos a Francia? -preguntó Larita- ¡Dale! ¿A dónde? A Alsacia, a la ruta del vino.

Sí. Existe la ruta del vino en Alsacia. Es más, casi cada región productora de vino tiene su ruta del vino. Y sí, esta región de Francia en la frontera con Alemania es una región productora de vino.

Podría decirse que hasta aquí todo resulta muy propio de un cliché. Ruta angosta, viñedos, pueblitos… sólo falta la gente con boina, tiradores, una baguette bajo un brazo y una horma de queso en el otro.

Bueno, hay que reconocer que una parte del cliché resultó ser bastante acertado. Viñedos, ruta angosta, las colinas a un lado y el Rhin al otro. Pueblitos salidos de cuento. Nidos de cigüeñas en los techos. O al menos en la parte que recorrimos, que es la que va desde Eguisheim hasta Riquewihr.
Sin embargo Alsacia es uno de esos lugares especiales que, producto de ir pasando de mano en mano, se ha convertido en algo que se sale un poquito de la imagen mental de Francia que tenemos. De hecho, para los franceses, Alsacia es casi (Palabra clave: CASI) como Alemania, mientras que para los alemanes es una región germana… rebelde y demasiado afrancesada, si se me permite la expresión.
Que los galos, que los romanos, que los germanos, que los francos, que los germanos otra vez, después los austríacos, después los franceses, después los alemanes, después los franceses, de nuevo los alemanes y desde el fin de la segunda guerra mundial ha vuelto a formar parte de Francia. Tanto Alsacia como Lorena (la región que está al norte) comparten una larga historia de idas y vueltas que ha terminado por otorgarles un carácter especial. 
¿Por qué tanto lío? Desde la Edad Media Alsacia había formado parte del Sacro Imperio Romano Germánico, regida por distintas familias nobles hasta que en 1648 los austríacos la cedieron a Francia como resultado de la paz de Westfalia, que es el tratado que puso fin a la guerra de los treinta años, por si a alguien le interesa.
Para hacer las cosas más interesantes a la región se le reconoció cierta autonomía. Eso quiere decir, siguió utilizando el idioma alsaciano -un dialecto germánico- como lengua administrativa y para la enseñanza, además de gozar de una cierta tolerancia en asuntos religiosos. Por su parte, siguió económicamente vinculada al mundo suizo y alemán del sur. ¿Por qué? Porque a pesar de que Alsacia y Lorena se integraron al reino de Francia, la aduana francesa no fue movida de lugar. Eso quiere decir que cuando querían vender sus productos al resto del país tenían que pagar un impuesto. En fin…
En 1789 los alsacianos se consideraron lo suficientemente franceses y adhirieron al gobierno revolucionario. Después adoptaron como propia la bandera tricolor y todo. Podría decirse que fue el comienzo del proceso de asimilación que ampliaría el uso del francés en detrimento del alsaciano y el alemán.
Sin embargo, casi cien años más tarde, cuando Francia perdió la guerra franco-prusiana, Alsacia y Lorena fueron anexadas por el recién nacido imperio alemán. Los que se estaban esforzando por aprender el francés, bueno, mejor a olvidarse de la lengua de Molière y a practicar las gárgaras. Pero tampoco para hacerse ilusiones, que el alsaciano no devino lengua oficial sino el Hochdeutsch, también conocido como alto alemán para los amigos.
Recién en 1918 los franceses recuperaron el control de ambas regiones aunque, claro está, en la segunda guerra mundial los alemanes volvieron a ocupar la región hasta que, finalmente, Alsacia y Lorena fueron devueltas a Francia tras el fin de la segunda guerra mundial.
Así las cosas no debería ser una sorpresa que los alsacianos se sientan como los más alemanes de los franceses o como los más latinos de los germanos. 

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Foto de miércoles

No todos los adoquines son como éste, pero uno nunca sabe lo que puede encontrar en el suelo.

lunes, 21 de noviembre de 2016

Stolpen

La historia del lugar parece un calco de la de otros castillos. Primero se estableció un puesto defensivo en lo alto de una colina, luego se transformó en castillo y con el tiempo se fue armando el pueblo alrededor. Por lo visto, buena parte de los pueblos sajones comparte, además de una estética muy clara, un poco de sus orígenes. Aunque, también hay que decirlo, este guarda algunas particularidades.
Pero, mejor, vayamos en orden. Los primeros trabajos defensivos que se realizaron en montaña del castillo son del año 1100. Para el 1200 la fortificación cayó bajo la órbita del Obispo de Meissen, motivo por el cual el escudo del pueblo es un obispo que se asoma por detrás de una muralla.
Por cerca de trescientos cincuenta años los sucesivos obispos de Meissen fueron los señores del lugar hasta que, Reforma protestante mediante, se acabó lo que se daba. El elector Sajón se hizo con buena parte de los castillos (y otras propiedades) que pertenecían a la iglesia católica, especialmente si tenían una función militar. Así pasó a la órbita de los duques y electores de Sajonia, y a la de los reyes después.
 
Como primera particularidad se puede señalar que la Schlossberg (algo así como montaña del castillo) está compuesta, principalmente, por columnas de basalto. El basalto es, a grandes rasgos –y con el perdón de los geólogos- una roca de origen volcánico. Algunas de estas columnas de basalto se utilizaron para la construcción de las paredes del castillo que, además de tener semejante particularidad geológica, tienen un aspecto bastante especial.
Pero no sólo eso. Por si no lo sabían, la palabra moderna basalto fue acuñada por un tal Georgius Aggricola, casualmente sajón el señor. ¿Qué hacía un sajón con semejante nombre? Digamos que no era su nombre real, sino una latinización de Gerog Pawer (Bauer dirían los alemanes contemporáneos) un científico renacentista que estuvo al servicio de los duques de Sajonia y que se dedicó a la historia, la mineralogía, la geología y a todo cuánto se le cruzaba. Jorgito tomó el término prestado de los romanos, quienes lo utilizaban para describir una roca muy dura y le dio su significado geológico actual. ¿A cuento de qué viene todo esto? Simple. Cuando acuñó el nombre y tuvo que ejemplificar a qué material se refería citó como ejemplo a la montaña del castillo de Stolpen. Así las cosas podría decirse que estas columnas de basalto fueron el primer ejemplo que habría de ser utilizado para mostrar de qué se hablaba cuando se hablaba de basalto.
Sin embargo, y por curiosa que resulte la historia, si hoy en día el castillo es conocido para los sajones es gracias a una de sus moradoras. Anna Constantia von Brockdorff, condesa de Cosell, de profesión, noble. Y por sobre todo, amante del rey. Pero no de cualquier rey. No. Fue amante de Augusto el fuerte, una de las figuras más importantes de la historia de Sajonia.
En la historia de cada lugar siempre hay alguien memorable. Ya sea por una cosa u otra, positiva o negativamente, siempre hay figuras históricas que se vuelven más… recordables que otras. Marketing turístico. Luis XIV en Francia (en su defecto el cardenal Richelieu), Federico el grande en Prusia, María Theresa en Austria, o Ludwig II, el rey loco de Baviera. Pues bien, en Sajonia es Augusto el fuerte. ¿Por qué? En su época (finales del siglo XVII-comienzos del siglo XVIII) se construyeron buena parte de los edificios históricos de Dresden, el electorado se hizo con el monopolio de la producción de la porcelana y –acorde a su megalomanía- Augusto se hizo coronar rey de Polonia. Claro que para que los nobles polacos lo eligieran rey tuvo que adornar a unos cuántos, pero bueno, todo eso amerita su propia entrada.
La Condesa Cosell fue, en su época, la principal (o sea, no la única sino sólo la favorita) amante de Augusto. Como tal tenía un rol importante en la corte y en los asuntos políticos. De hecho fue madre de tres de los hijos ilegítimos del rey que fueron reconocidos por éste.

Claro está que, como en otros casos, todo tiene un final, todo termina. Los nobles polacos presionaron a Augusto para que abandonase su conducta vergonzante y arreglase las cosas. Como rey de Polonia resultaba escandaloso que tuviera una amante… luterana. Así es. Lo que los polacos querían era que, bueno, ya que el rey iba a tener amantes, por lo menos que la principal (y en lo posible, alguna de las secundarias) fuera(n) católica(s).

Fue el comienzo de la caída en desgracia para Anna Constantia, quien finalmente fue confinada por el rey en este mismo castillo. Castillo en el que vivió desde 1716 hasta su muerte ¡en 1765! O sea, casi cincuenta años. 

sábado, 19 de noviembre de 2016

Manual básico de supervivencia turística

LETRA C

Carne, cortes de.
Se trata de una serie de quimeras con las que se intenta vender la carne. Normalmente los cortes más populares (en Alemania) suelen ser carne para goulasch (en masas amorfas ligeramente cúbicas de 2cm x 2cm), carne para milanesa, bife, costilla y, en verano, bife para parrilla. A veces también algo que puede ser traducido como carne para sopa/guiso/puchero ¿Buscás entraña? ¿bife de chorizo? ¿bife de lomo? ¿asado o vacío? ¿De qué estás hablando Willis? ¿aguja? ¿nalga? ¿marucha? No way José, de ningún modo. Y ni se te ocurra preguntar por el garrón. No sólo es que los cortes tengan otro nombre. Simplemente son otros. Y, ciertamente, a la hora de elegir, hay bastante menos.

Carne (de verdad vacuna)
En el mundo germánico la carne (vacuna) es un bien preciado que vale su peso en oro. No porque necesariamente sea una delicia sino porque, básicamente, cuesta una millonada. Sí, ya sé que en Argentina la carne de subió de precio, pero esto es, verdaderamente, otro nivel de precios, no sólo en términos absolutos sino también en los relativos. Un kilo de carne de vaca es mucho más caro que la de cerdo. Llegado el caso, y dependiendo del corte, entre un tercio más cara y el triple. O mucho más.

Carne, variedades de
Lo que es carne (así nomás, a secas) cambia de país en país. Mientras que nosotros decimos solamente carne cuando se trata de carne vacuna, en Alemania la carne a secas es la de cerdo. Y si es de vaca aclaran, carne de ternera o de vacuno (no pregunten por qué lo dicen así, simplemente lo hacen). En el mundo europeo suele haber cuatro o cinco carnes estándar, claro que pueden cambiar dependiendo del país. Pero en general, por ejemplo, las carnicerías y los supermercados tienen cada cosa separada. Vaca, cerdo, pollo, pavo y pescado. A veces dentro del pescado puede diferenciarse el salmón del resto.

Cazadores de turistas
En general diríamos, vendedores ambulantes. Casi siempre mayoritariamente hombres, con o sin disfraz al tono, buscan vender souvenires, excursiones y conciertos. También, llegado el caso de emergencia climática, paraguas o capas para la lluvia. A diferencia del cajero del supermercado o la señora del museo, los vendedores ambulantes hablan todos los idiomas del mundo. O al menos los chapucean. Así que la estrategia de “no hablo polaco” no te va a funcionar. Lo mejor para estos casos es evitar a toda costa el contacto visual y el cruce de miradas. Lo mejor, seguir caminando mientras se asiente y se dice gracias en el idioma local (o en su defecto, en alguna otra lengua).

Cena
Dícese de la comida que se ingiere por la tarde/noche. Sí, leíste bien. Tarde / noche (Véase cena, horario de). En un restaurante suele poseer dimensiones relativamente decentes. Sin embargo en cada país lo que se cena en casa puede variar. De nuevo, en algunos rincones del mundo germánico, a la cena se la conoce con el nombre de Abendbrot. Literalmente, el pan de la tarde-noche. Llegado el caso puede limitarse a rodajas de pan y variedad de fiambres, quesos y verduras. Igual, a no preocuparse. Si te invitan a cenar seguramente sea una comida de verdad.

Cena, horario de
Puede que en Francia no tengas problemas, pero en el resto del mundo europeo situado al norte de los Alpes, no salgas a cenar a las 21 o 22 porque lo más probable es que te lleves un chasco. Alemanes, suizos, holandeses, daneses, incluso los ingleses… todos cenan temprano. Y por temprano quiero decir, inverosímilmente temprano. Cinco, seis o siete de la tarde son horarios de cena aceptables. Los/as más jóvenes e informales quizás se estiren hasta las ocho, pero es raro que cenen más allá de eso salvo que medie alguna circunstancia especial.

Chucrut
Por si aún alguien no lo sabe, el chucrut es cualquier cosa menos un plato típico de la alimentación germana. Bueno, el plato en sí mismo sí. Lo que no es alemán es el nombre. Así que mejor evitar el papelón de decir “chucrrrrrrrút” imitando la gáragara alemana. La palabra española viene de la francesa, choucroutte. En alemán se dice Sauerkraut, por lo que si pedís chucrut en algún restaurant se te van a quedar mirando con cara de y éste/a de qué me estará hablando.

Controles de mochilas
Dícese de la pesadilla recurrente del viajero/a. Especialmente en París y, en menor medida, en Bruselas. En otras ciudades suelen estar limitados a edificios de gobierno o lugares especialmente icónicos. El control de mochilas llega a niveles inauditos en París, donde puede haber uno en la entrada de un shopping y luego otro en la entrada de algunos negocios. Obviamente el control es más estricto en los sitios de mayor interés. El Louvre o Versailles tienen controles con detectores de metal y rayos X al mejor estilo de un aeropuerto. Otros controles sólo se limitan a hacerte abrir la mochila y mirar en términos tan generales que, aunque son una molestia para turistas y viajeros/as, no parecen ser especialmente efectivos.

Coronas. Ver Kronen.

Corrección política
Chip que algunos/as europeos/as traen incorporado y que habilita cierto trato cortés aunque no siempre sincero. Aquí tiene su cambio, muchas gracias, buenas tardes, le deseo que tenga un buen día es la frase de cabecera de los/as cajeros/as de supermercado. Si es viernes, entonces es un buen fin de semana lo que desean, y si es después del mediodía, entonces una buena tarde. En el caso suizo el chip de corrección política suele llegar a niveles insospechados. Para nuestra sorpresa, la notable excepción es Francia (especialmente París) tanto más sorpresiva por haber sido –en teoría- el francés la lengua de la diplomacia y la cortesía. No es que quiera recibir frases amables todo el día, pero hacer la cola del supermercado, pagar e irme y que lo único que me hayan dicho sea un número es demasiado (¡o demasiado poco!). Que ni siquiera te respondan al bonjour de rigor, es casi inimaginable de este lado del Rhin.

jueves, 17 de noviembre de 2016

La cartera fucsia cobra vida

(Casi) todos los días ocurre un milagro en la clase de alemán. En un momento determinado la cartera fucsia comienza a cobrar vida. Luego de la primera vibración la cartera empieza a cantar la misma melodía olvidable de siempre. Digo de siempre porque al menos cuatro veces por semana, el episodio se repite. Con el mismo resultado cada vez. La señora de la cartera fucsia mira indignada a su alrededor con cara de no sé para qué me llaman si es obvio que estoy en clase mientras hace alo con su celular. Hacer algo significa que NO aprovecha para apagar el celular. No señor (¡ni señora!). Nunca apaga el teléfono. Y el episodio se repite una o dos veces al día. Suena el teléfono, ella mira indignada, hace algo, el teléfono deja de sonar y, dos segundos después hay una nueva melodía que, asumo, será la notificación de una llamada perdida o mensaje de texto.

Claro que cuando este tipo de episodios ocurre (puntualmente, le ocurre a la señora de la cartera fucsia) nuestra profesora se limita a mirarla con cara de hoy sería un buen día para desactivar ese teléfono a baldazos de agua fría. Por supuesto, del deseo sólo se expresa cierta mirada congelante que nuestra profesora le dedica y que, por otra parte, la señora jamás detecta.

Claro que hasta los alemanes tienen un límite y cierto día, luego de que el teléfono sonara por segunda vez en un período de media hora la profesora le pidió que apagara el teléfono. Sinceramente no sé cómo hizo para aguantar hasta entonces. Pero nada, la señora de la cartera fucsia ya estaba copiando, buscando en el pizarrón y frunciendo el ceño, por lo que jamás detectó que le hablaban a ella. De todos modos, está claro que no se le puede ganar a un alemán haciéndose el distraído. Por favor, apague su celular, volvió a pedir en una voz que había dejado de ser estrictamente amistosa. Nada. La señora seguía buscando en su diccionario mientras todos nos mirábamos sorprendidos con cara de ¿es o se hace? De nuevo, Apague el celular porque nos distrae a todos. Nada. La aludida ni siquiera detectaba que alguien podría estar dirigiéndole la palabra.

Señora XXXX, apague su celular. CELULAR. APAGAR… ¡Señora XXX!

¿ah? ¿qué? Ah, mi apellido. Formal. Muy formal, no lo uso. Pasaporte solamente.

APAGUE SU CELULAR

Claro, el pasaporte. Sólo formal. Por eso no escucho.

A-P-A-G-U-E SU C-E-L-U-L-A-R

Sí, muy formal, muy formal.

Como era de esperarse, al día siguiente el celular volvió a sonar. Y así continuó ocurriendo hasta el fin del curso.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Foto de miércoles

Castillo de Lauenstein. Una escultura junto a las antiguas cabellerizas y las casas de los/as trabajadores/as.

lunes, 14 de noviembre de 2016

La señora de la cartera fucsia

A medida que el tiempo fue desmejorando, la señora de la cartera fucsia cambió su minifalda negra floreada  y su musculosa amarilla por pantalones de color turquesa y pulóveres igualmente llamativos. Pero la cartera siguió asistiendo a clases regularmente.

Regularmente pero no a horario, ya que la señora de cartera fucsia lega todos los días con una hora de retraso. Como desde el primer día, llega, abre la puerta, pasa, no saluda, saca sus cosas de la cartera y empieza su agotadora faena de mirar hacia el pizarrón, fruncir el ceño, copiar y buscar en el diccionario sin registrar nada de cuanto ocurre a su alrededor.

Las dinámicas de clase, aún las más simples, chocan contra la pared cuando le llega el turno a la señora de la cartera fucsia. Simplemente ella está muy ocupada copiando, buscando y frunciendo el ceño como para detectar que alguien le acaba de hacer una pregunta o que el resto de la clase está esperando que responda algo. Como si en ese momento el mundo se limitara a ser el pizarrón, su cuaderno y el diccionario. El resto ha dejado de existir.

Así y todo, de vez en cuando los planetas logran alinearse y la señora de la cartera fucsia participa un poco de la clase. Eventualmente hasta alguna vez le tocó participar de alguna actividad un poco más lúdica. Y cuando tuvo que describir el trabajo de un científico para que el resto lo adivinásemos, se dignó a dejar de mirar al pizarrón. Claro que cuando le preguntamos si se trataba de algún tipo de científico en especial respondió que sí, que su hijo era científico. Ah, qué bueno, ¿qué tipo de científico? Sí, claro, es científico. Sí, sí, por supuesto, pero, ¿en qué se especializa? Por supuesto que existen personas con esta profesión, es un trabajo como otros. Sí, sí, pero su hijo, ¿es físico? ¿biólogo? ¿qué especialidad tiene? Claro, es científico. Le pagan para hacer ciencia. Ok, está bien.

Ese mismo día volvió a quedar en evidencia que lo mejor para la señora de la cartera fucsia sería tomar un curso de otro nivel. De hecho la profesora se lo sugirió -al menos- tres o cuatro veces. No abiertamente al principio, y no frente a todos, claro está. Pero la última vez que lo hizo la respuesta que obtuvo de la señora de la cartera fucsia fue más o menos así:

Nein. Nein B1. B1 kein Arbeit (trabajo). Keine Universität. B2 Arbeit. B2 Universität. B1 keine Universität. Ich hier. Ich Arbeit. Ich Universität. Ich B2. Gut.

No quedaron dudas. La señora había llegado para quedarse.

sábado, 12 de noviembre de 2016

Lauenstein

Segunda parada del día: Lauenstein. Otro pueblo que toma el nombre de un castillo. El pueblo de Lauenstein creció al abrigo (y servicio) de los señores del castillo. La historia del lugar parece casi un calco de Weesenstein. No el castillo, ciertamente, que no tiene nada que ver… Pero sí el resto. 
Fue construido en el siglo XIII como una fortaleza en la frontera defensiva de Bohemia, en un intento de frenar los avances de los margraves de Meissen. Digamos que tampoco funcionó bien porque en el 1400 Lauenstein pasó de manos y los bohemios tuvieron que entregarlo a los sajones. Parece que el proceso no se desenvolvió en términos del todo amistosos ya que algunas partes de la fortaleza fueron entregadas en estado de ruina.
Con la reforma el castillo sufrió un nuevo cambio de manos, ya que sus poseedores se alinearon con los católicos de Bohemia, rebelándose contra los electores de Sajonia. Estratégicamente la decisión no fue buena ya que por estos pagos la reforma protestante se impuso ya tempranamente. Así las cosas, sus antiguos dueños tuvieron que emigrar y establecerse e sus propiedades del otro lado de la frontera, en la actual república Checa.
Dos siglos más tarde el castillo fue ampliado y remodelado en el estilo del renacimiento alemán. El estilo del renacimiento alemán no tiene tantísimo que ver con el italiano, así que no le busquen cúpulas, columnas ni nada de eso. Además, el renacimiento alemán tuvo lugar en pleno proceso de reforma protestante, por lo que los ornamentos están más bien reducidos.
En el siglo XVII se agregaron la capilla y se realizó la última ampliación del castillo, que desde entonces preserva buena parte de su apariencia. Hoy funciona no sólo como museo sino que también, al igual que otros muchos castillos sajones, funciona como lugar de casamiento, por lo que es posible dar el sí en la capilla del castillo o hacer una pequeña recepción en el jardín. Y bueno, se ve qué en Sajonia hay gente pa’ todo