martes, 31 de mayo de 2016

Encuentre las siete diferencias: Las compras

Número uno. El mercado. Como otras ciudades europeas, en la ciudad hay una plaza del mercado. En la plaza de mercado suele haber, sorpresa, mercados. Dependiendo de la ciudad (y la plaza) puede ser una o dos veces por semana y tener los mismos puestos semana a semana o bien mercados temáticos. Aquí la Altmarkt Platz (la plaza del mercado viejo) tiene mercados estacionales; el mercado de navidad, el mercado de otoño, el mercado de telas, el mercado de productos franceses, etcétera, etcétera. Otras plazas y parques también tienen sus ferias donde hay frutas, verduras, plantas y flores, carnes, pescado, fiambres, ropa y puestos para comer algo al paso.
Número dos. El super. Los supermercados suelen ser más bien pequeños o medianos y se encuentran distribuidos por toda la ciudad. Es raro ver grandes hipermercados (para comida al menos, en otros rubros sí los hay). Como en Argentina se caracterizan por tener edificios más bien feuchos. Lo curioso es que a veces dos supermercados suelen compartir el lote y el estacionamiento.

Número tres. E-bay. (No E-bay a secas sino E-bay pequeños anuncios). Suele haber una tendencia bastante pronunciada de consumir hasta por los codos. Muchos alemanes suelen ser consumistas, algunos a niveles insospechados. Ergo, deben desprenderse de las cosas que quieren reemplazar con las nuevas compras. Todas esas cosas suelen tener dos destinos: la basura o E-bay. Ahí se vende a precios irrisorios o se regala de todo. Heladeras, lavarropas, muebles, cubiertos, mesadas, ropa, lámparas. De todo. Atentos a la compu hemos ligado “gratis” vía E-bay mesas, sillas, cubiertos, vasos, tazas, lámparas…

Número cuatro. Mercado de bebidas. Son como una especie de supermercado donde la gente va a comprar bebidas. Cervezas, gaseosas, aguas… y cosas para tragos, tipo granadina o vodkar, aunque en general no tienen una gran variedad de vinos ni de licores. Los supermercados comunes también venden bebidas pero por alguna razón estos mercados siguen teniendo su público.

Número cinco. Florerías. Las hay en todos los barrios. Con plantas y flores de estación que siempre están, misteriosamente, llenas de pimpollos, sin importar la época del año. Y siempre tienen orquídeas que explotan de flores. Son una verdadera pasión por estos pagos. Los alemanes compran  plantas y flores, ya sea para decorar su casa como para llevar cuando son invitados/as (es una tradición con mayúsculas, al menos entre la gente que ya terminó la universidad).
Número seis. Panaderías. También las hay al por mayor. Con quichicientos tipos de pan, un producto que también ofrecen los supermercados, todos ellos con producción propia. Hay una variedad exageradamente inmensa. Antes de poner un pie en la panadería hay que saber qué es lo que se quiere. Y aunque parezca fácil, no hay que dejarse engañar.  Panes y pancitos difieren en tamaño, cereal, forma, semillas… En el super hasta hay máquinas para cortarlos en rebanadas.


Número siete. Ikea. Obvio, cómo vamos a extrañar Ikea. No porque compremos tantísimas cosas. Es cierto, hay de todo, (casi) todo super barato y (nuevamente) casi todo con onda o diseño pseudo escandinavo. Mesadas, muebles (demasiados), cubiertos, vasos, tazas, cortinas, alfombras, línea blanca, toallas, decoración, plantas, herramientas... Lo que suele ocurrir es que después uno ve las mismas cosas en casi todos lados, especialmente en casas de estudiantes o afines. E-bay también rebosa de productos de Ikea. Pero es obvio por qué; lleva precio, diseño, marca y (relativa) calidad. 

domingo, 29 de mayo de 2016

Los números y la propina

Quienes jamás hayan estudiado alemán quizás se sientan sorprendidos/as frente a la lógica germana de los números. (Quién sabe, hasta puede que se sientan felices de no haberse cruzado nunca en la vida con este idioma por momentos diabólico encantador). Prepárense. La relación entre decenas y unidades en alemán tiende a funcionar exactamente al revés que en español. ¿A qué me refiero? Si en español decimos “treinta y  dos” en alemán es “dos y treinta”. O sea, la unidad va por delante de la decena. Así “cuarenta y cinco” se transforma en “cinco y cuarenta” y “ochenta y nueve” en “nueve y ochenta”. Obviamente esto dificulta un poco el día a día cuando se trata de pagar cuentas (o a veces de enterarse cuánto hay que pagar). En general es más complicado cuando la cuenta incluye euros y centavos (y acá los centavos NO se redondean). Por ejemplo, veinticuatro con setenta y cinco debería decirse “cuatro y veinte, cinco y setenta”. ¿Qué lo qué? Sí, lo que acabás de leer. Cual si fuera el mundo del revés.

Con tiempo te acostumbrás. (Espero. Por ahora nos lo seguimos repitiendo. Ya nos vamos a acostumbrar). En general si te quedan dudas (casi) siempre podés chequear con la caja registradora o hacer el cálculo mental. Pero hay una situación que aterroriza a cualquier extranjero no muy ducho con el idioma. El momento de la propina…

¿Por qué iba a ser tan complicado dejar un par de monedas después de tomar un café o una cerveza? Porque esto es Alemania, y en Alemania las cosas no se hacen para que resulten fáciles. En Alemania la propina no se deja en la mesa. Se le paga al mozo o moza. Más aún, ni siquiera se le da la propina como tal. Por el contrario, hay que decirle al mozo/a cuanto queremos que nos cobre. Ese número surge de la suma de lo que consumimos y de la propina que queremos dejar.

Sé que es difícil de explicar, así que voy al paso a paso…
1.- Cuando se pide la cuenta el/la mozo/a pregunta cómo se va a pagar, juntos o por separado.
2.- Nadie hace escándalo cuando se paga por separado y, en general, para los alemanes o bien se paga todo junto (porque alguien invita) o bien se paga todo por separado. En general este último suele ser el caso más común.
3.- No existe dividimos el total por la cantidad y sale el promedio de lo que cada quien tiene que pagar. No señor (o señora). Si se paga por separado cada uno/a paga lo suyo y ya. A cada quien se le da su vuelto. Y cada quien deja su propina.
4.- Habiendo informado cómo queremos pagar el/la mozo/a viene y nos dice el número de lo que debemos abonar.
5.- Se le agrega a ese número una cifra cercana al diez por ciento, o sea, la propina.
6. Se informa cuánto queremos que nos cobren sumando el consumo y la propina.

Dicho así no parece tan complicado. Pero entre el paso 4 y el 6 los no nativos tenemos un par de momentos de desesperación acuciante cuestiones que analizar. A saber;
a.- Invertir los números (Si me dijo tres y veinte, cinco y sesenta entonces la cifra a pagar es veintitrés con sesenta y cinco)
b.- Hacer rápido la cuenta para saber cuánta propina corresponde. En el caso anterior, digamos, dos euros con treinta.
c.- Sumar las dos cifras. (23.65 + 2.30 = 25.95)
d.- Chequear el redondeo. Pagar EU 25.95 se consideraría una ratoneada. O bien me asumo como tacaño y pago veinticinco o bien redondeo hacia arriba y pago veintiséis. Como este es un ejemplo sin dinero real voy a ser dadivoso. Veintiséis.
e.- Pasar la cifra al alemán. En este caso, seis y veinte.
f.- Informar cuánto hemos decidido pagar y, llegado el caso, sacudir al mozo/a si aprovechó el lapso demandado por las operaciones a, b, c, d y e para dormirse una siesta.

jueves, 26 de mayo de 2016

Bautzen (y el país de los sorabos)

En teoría habíamos decidido pasar el primer sábado de abril en un pueblo una pequeña ciudad que está a unos cincuenta kilómetros de Dresden en dirección a Polonia. De lo que nos enteramos después es que, en realidad, estábamos yendo a un mundo nuevo. ¿Cómo es posible? Si ni siquiera íbamos a salir de Sajonia. Paciencia, como todo, tiene su explicación.

En la actualidad casi el 85% de la población de Bautzen es alemana. ¿El 15% restante son inmigrantes? No. Bueno, quizás algunos sí, pero el 10% de los habitantes de la ciudad no lo son. Llevan ahí más tiempo que los alemanes. De hecho, la ciudad es su principal centro cultural. Bautzen es conocida como la capital cultural del pueblo sorbio. ¿Serbio? No, sorbio. Con o. Sorbio o sorabo, las dos palabras existen y se pueden usar indistintamente. Es un pueblo eslavo que cuenta con 90.000 hablantes, casi todos ellos en Alemania. El idioma está bastante emparentado con el checo y con el polaco, dos países que limitan, al sur y al este, con Sajonia.

A pesar de ser tan pocas las personas que hablan sorbio, se las han arreglado para que su idioma sobreviva. Y no sólo eso. Existen en la actualidad dos dialectos diferentes: el alto sorbio, que se habla principalmente en Bautzen y alrededores y el bajo sorbio, utilizado principalmente en Cottbus. Imaginarán que Cottbus no es un colectivo sino una ciudad. Es una ciudad de Brandenburgo, el estado con el que limita Sajonia en dirección al norte.

Lo curioso es que siendo Bautzen su capital cultural, no son mayoría. Tampoco su idioma es el único idioma eslavo hablado en la ciudad. También se habla polaco y checo. Y es que Bautzen (o Budyšyn en sorabo; Budyšín en checo o Budziszyn en polaco) ha formado parte sucesivamente del Ducado de Polonia, del reino de Polonia, del margraviato de Meissen, del reino de Bohemia, después de Hungría, más tarde del ducado –luego reino- de Sajonia y -para terminar la larga procesión- de Alemania.
La parte vieja de la ciudad se encuentra sobre una meseta que en el pasado fue fácilmente defendible desde la posición del castillo Ortenburg. Se supone que ya desde el siglo VI convivieron aquí asentamientos sorabos, germanos orientales y polacos. Sin embargo la primera mención que se hace sobre el pueblo es del año 1002. Primero quedó del lado polaco de la frontera y después, del germano, pasando de margrave en margrave y de duque en rey.

Como buena ciudad de frontera (sea del lado del que fuere) Bautzen solía estar en la primera línea de las batallas, por lo que pronto fue amurallada y vuelta a amurallar. Entre tanta muralla desarrollaron una afición especial por las torres.

Hablando de torres, si te parece que ésta está un poco inclinada, estás en lo correcto. A pesar de que es bastante obvio desde ciertos ángulos, desde otros el efecto pasa más desapercibido. Por ejemplo, cierto conocido dúo dinámico jamás notó la inclinación. Con la promesa de una vista panorámica del pueblo subieron, sacaron fotos y hasta se quedaron un rato arriba disfrutando del sol (milagro climático) y del viento. Todo eso sin notar la más ligera inclinación. Sólo luego de andar caminando por la ciudad un buen rato cayeron en la cuenta de que la torre en cuestión está relativamente ligeramente ladeada hacia un costado.
De base redonda o cuadrada, con piedras o de material, puede decirse que hay torres para todos los gustos. Torres y murallas, muchas de ellas, afortunadamente, bien conservadas.

Además de las murallas la ciudad tenía otra defensa: el río. Bautzen está ubicada en una especie de herradura fluvial. Supongo que el río no protegería tanto como la muralla pero algo es algo. Junto al río, como era de esperarse, se encuentra el pequeño puerto de los pescadores. 
Y por ahí nomás, la Hexenhaus (o sea, la casa de la bruja), que es la vivienda (preservada) más antigua de Bautzen. Para haber sido construida en 1604 se la ve bastante bien, ¿no? No sabemos qué facha habrá tenido la casa de la Cachavacha de Bautzen en el pasado pero en el presente no infunde mucho miedo que digamos.

Por si la ciudad no hubiera visto suficientes ejércitos de un lado al otro, en 1813 fue escenario de la batalla que lleva su nombre, entre Napoleón y el ejército prusiano. Más tarde, ya en 1945 la ciudad dio su nombre a otra batalla, esta vez entre los rusos y los alemanes, que venían retrocediendo.

Retrocediendo, pero no en el campo de batalla sino por las calles de la ciudad, llegamos a la plaza del mercado donde ¡sorpresa! se encuentra la Rathaus (la muni, como quien dice). Y atrás, asomándose, la torre de la catedral.
Hablando de la catedral, la catedral de Bautzen está dividida en dos, o sea, tiene dos altares, dos púlpitos, dos todo... Se trata de la primera iglesia bilingüe de Alemania donde se celebran misas -simultáneas- en alemán y en sorbio/sorabo. Nos preguntamos cómo harían para no interrumpirse ni molestarse. También si tratan de coordinar para terminar al mismo tiempo o no. De más está decir que la inquietud no fue tan grande como para quedarnos a oír ver una misa.
Como no podía faltar, también hay foto de la bóveda de la catedral. A esta altura habrán visto que alguien tiene una fascinación con los bóvedas góticas. Para variar, lo peor del caso es que ya no sabemos cuál de los dos es.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Foto de miércoles

El portal de una casa en Bamberg. Valija, tetera, jarro y un par de chucherías para regalar. Juro que encontramos la escena tal cual. Y conste que no agarré nada. (Nota al pie; el marco antiguo no formaba parte de los regalos)

lunes, 23 de mayo de 2016

Encuentre las siete diferencias: Callejeando

Número uno. Los alemanes callejean. Siempre. No importa que llueva, que truene, que haga frío. Lo mismo da. Salen, van de un lado al otro. Nadie le tiene miedo a la lluvia ni a cualquier otra inclemencia climática. No parecen ser especialmente amantes de las capuchas ni de los paraguas. Caminan, se la bancan y san-se-acabó. Aplica a todas las edades, bebés incluidos. Hasta los más chiquitos necesitan salir a tomar aire. Camperita abrigada y techo impermeable en el cochecito y listo.
Número dos. La birrita. En los barrios donde hay bares la gente va tomando cerveza por la calle. Desde las ocho de la noche (horario que ya califica como noche y hora de salir) la gente incluye sentarse en la vereda, caminar o fumar en la calle como planes de salida. Siempre con la consabida cervecita a mano. Normalmente es una botellita pero, llegado el caso,  puede ser una lata. Y caminar por la calle con una cerveza en mano a las diez u once de la noche con tres grados bajo cero ES un plan de salida nocturna para mucha gente. Es un misterio. En los horarios de almuerzo mucha gente también se junta en la vereda de su trabajo y/o universidad y se toma una cervecita (quisiera imaginar que sin alcohol, algo que –contra todo pronóstico- también es popular en estas latitudes).

Número tres. La comida. Hay mil lugares de comida rápida o de comida al paso. En general son casi siempre turcos, italianos, indios, chinos o vietnamintas. Otras opciones incluyen lángos -de Hungría- o, naturalmente, wurst. Estos lugares suelen tener mesas altas afuera o, en su defecto, una especie de barra. No así, sillas. Es que en la calle se come de parado. O sentado en un rincón, haciendo la parabólica humana para que todo lo que está en el Kebap o el Dürüm (o en la cajita de comida china) no riegue el piso. Es más barato y rápido. La calle es un lugar donde se come (y se toma). Por si fuera poco, no sólo comen de parados, sino también caminando. Y de algún modo lo hacen. Con su cajita de comida china pescando fideos mientras avanzan por la calle y se toman el tranvía…

Número cuatro. ¿Frío? ¡Nein! No importa que haga frío. Las mesas de afuera de bares y restaurantes se usan lo mismo. ¿5 grados bajo cero? Kein Problem, todos los barcitos, cafés y restaurantes tienen mantas para sus mesitas de afuera. Te ponés la manta sobre las faldas y listo, a seguir disfrutando del aire libre.
Número cinco. Bicisendas. Normalmente pintadas de rojo o hechas con baldosas rojas, marcan el dominio de los ciclistas. Y que se cuide el peatón que se cruce en ellas. Dresden no es una ciudad muy extrema en ese sentido, pero siempre hay que tener cuidado porque quienes andan en bici por las sendas suelen hacerlo a velocidades propias de un viaje intergaláctico.

Número seis. Pichichos. Los alemanes sacan sus perros a pasear. Normalmente con correas, a veces con bozal y, en poquísimas ocasiones, por ejemplo en un parque, los sueltan, pero están super entrenados. Normalmente son diminutos. Chihuahuas, caniches toy, salchicha. Todos mini. No ladran, no tarasconean. No nada. Casi no son perros. Y el dueño/dueña, usualmente -aunque ya enganché a unos cuantos que no- con bolsita y palita. O usando las bolsitas que están en unos tachos especiales diseminados por la ciudad.

Número siete. La vereda y los cruces. En general hay semáforos. En general se respetan. Pero –para nuestra sorpresa- muchos peatones hacen un poco lo que quieren cuando ven que no hay autos cerca. No siempre esperan la señal de cruce luego de que pasa un tranvía. Es cierto, a veces las señales de precaución en un cruce de tranvías siguen encendidas mucho tiempo después del cruce. Nosotros hemos optado por la estrategia de “más papista que el papa” y esperamos a las señales en (casi) todo momento. Me parece que por ser ex Alemania oriental hay normas un tanto más relajadas que en otros lugares.
Yapa. El Ampelmann de los semáforos (el señor verde o rojo) de la Alemania oriental tiene toda la onda.

sábado, 21 de mayo de 2016

La revancha de la filarmónica

Previously… una mañana de domingo de finales de invierno el dúo dinámico va a la filarmónica y -pese a sus esfuerzos- salta a la vista que no comparten el código de vestimenta -ni el rango etario- del resto de los asistentes. (Para más información podés leer La filarmónica y la elegancia dominguera). Ahora regresan a las andanzas en un nuevo concierto.

Último sábado de abril. Mañana es 1 de Mayo y será nuestra primera excursión al parque Nacional de la Suiza Sajona. Pero ahora es sábado a la tarde. Acabo de regresar de mi clase (por inverosímil que resulte, los sábados de 12 a 15 tengo dos estudiantes de español) y tenemos que emperifollarnos. Hoy volveremos a vérnoslas con la Filarmónica. Afortunadamente el horario es más tradicional que el de la última vez: sábado a las 18.00. Sin embargo, el lugar es ligeramente menos convencional;  el Deutsches Hygiene Museum (casi ni hace falta que lo traduzca… sí, el museo de la higiene).

-  ¿Qué camisa te parece que me ponga?
-  La blanca.
-  Pero es muy formal.
-  Ajá. Y el pantalón gris de vestir.
-  No. ¿por qué no te ponés vos el pantalón de vestir?
-  Voy con el pantalón de gabardina. El pantalón de vestir no me combina con el saco.
-  Claro. Y entonces yo tengo que ir vestido de gala.
-  Tampoco es para tanto. Además, si no es ahora, ¿cuándo vas a usar el  pantalón y los zapatos?
-  ¿en un evento que amerite?
- ¿Cómo cuando te den el premio Nobel o nos inviten a una recepción del embajador?
-  Mmmmmm…
- Pantalón, camisa, saco y zapatos. Sin protestar. Y agradecé que no tengamos  un moñito a mano. 

Ya en el tranvía se puede adivinar quién va a escuchar a la filarmónica y quiénes vienen de ver el partido del Dynamo de Dresden (el equipo de fútbol local).

-  ¿Viste que la gente está producida?
-  No me importa. Yo no soy la gente.
-  No protestes. Si te queda bien.
-  Grgrgrgrgr.

Definitivamente el público es más variado que en nuestra experiencia anterior. Es cierto que la mitad de los asistentes tiene entre 50 y 70, pero la otra mitad es super variada. Y, como era de esperarse, los más jóvenes son los más informales. La observación aplica especialmente a los hombres.

La curiosidad esta vez está dada por la recepción. ¿Cuarteto de cuerdas con recepción? ¡Por supuesto! Nadie lo había previsto (siendo, en este caso, todos sólo nosotros dos). Vino blanco, vino tinto, algo más para tomar y canapés. Mejor dicho, parece que hubo canapés. Para cuando llegamos quedaban tres en una bandeja. A diferencia de la porción de la vergüenza, aquí los últimos tentempiés se adjudican a través de una feroz lucha cuerpo a cuerpo. Cocodrilo que duerme es cartera, dice la sabiduría popular. Bueno, pues parece que dormí. Quizás un día de estos me toque despertar en forma de cartera.

Nos tomamos nuestro vinito y entramos al auditorio con la certeza de que, al menos esta vez, no desentonamos ni por exceso ni por defecto.

jueves, 19 de mayo de 2016

El Elba, las montañas y la Suiza (¡sajona!)

Casi siempre llega el momento en que uno cree haberlo escuchado todo. O casi. Yo ya había escuchado hablar de suizo-alemán, suizo-francés, suizo-italiano… ¡Hasta de suizo-argentino! … pero ¿suizo-sajón?, jamás en la vida. O no, al menos, hasta que vinimos a Dresden.

Pues bien, existe. Existe la Suiza Sajona o, cuando menos, su Parque Nacional. El Parque Nacional de la Suiza Sajona (preparen la garganta para las gárgaras que ahí va el nombre en alemán: Nationalpark Sächsische Schweiz). Queda en el sur de Sajonia, lindante con la República Checa. De hecho, al otro lado de la frontera hay otro parque nacional. El de la Suiza Bohemia, que ya es como un poquito demasiado.
Se trata de un área de reserva natural establecida en 1990 que ocupa casi 710 km2 y –en teoría- protege la zona boscosa que cubre las “Montañas de Arenisca del Elba”. Sí, definitivamente han estado consumiendo sustancias de dudosa legalidad a la hora de ir denominando las cosas por estos lares… Si bien la altitud del parque no es especialmente significativa (sus “picos” son de 560 mts de altura -Bariloche se encuentra a 600-) sí es llamativo el contraste que produce con el cercano río Elba (que se encuentra a 110 metros de altura), generando esos acantilados de piedra tan dignos de las aventuras de Frodo y Sam.
Aparentemente el nombre se debe a dos suizos que allá por el siglo XVIII formaron parte de la academia sajona de música. Cuenta la leyenda que un buen día habían decidido salir de trekking cuando allá lejos divisaron las mesetas de la arenisca y hacía allí se dirigieron. Cuando regresaron a la ciudad -después de su aventura- relataron a curiosos -y víctimas de sus charlas habituales- las maravillas visitadas y lo mucho que la región les hacía recordar a su país natal. No se sabe si al rey le pareció un motivo encantador para ponerle el nombre a la región o si optó por llamarlo así como una especie de chiste interno. La cuestión es que así se empezó a llamar a la zona.
Además de ríos, montañas, mesetas y bosques, el parque también alberga la fortaleza
de Königstein (para más información podés leer Königstein (Episodio I) y Königstein (Episodio II)). Se trata de una de las joyitas sajonas, famosa por ser una de las fortalezas de montaña más grande, por poseer el pozo de agua más profundo de Europa y por haber albergado a la nobleza sajona cada vez que a los austríacos o prusianos se les ocurría echar mano a sus ejércitos para reclamar algún territorio sajón o, simplemente, pasar a saquear.
Uno de los caminos más famosos que atraviesa el parque es el Malerweg (la senda del pintor) que visita muchos de los lugares más icónicos de la región. Sin embargo hay muchísimos más. En breve –mejora climática mediante- podremos adentrarnos un poco más por sus sendas. Por ahora deberá basta con las fotos que tomó Diego cuando vino a finales de junio del 2015.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Foto de miércoles

La placita de Plauen, a principios de abril. Una tarde vino el escuadrón de jardinería y a la mañana siguiente teníamos un ejército floral listo para recordarle al clima que ya estábamos en primavera.

lunes, 16 de mayo de 2016

La Frauenkirche

Así como en español existen las mil y una iglesia, capilla o catedral de Nuestra Señora de más aquí o mas allá, en francés tienen innumerables Notre Dame de esto o aquello. Pues bien, en el mundo germanoparlante existen las Frauenkirche.

En Dresden la iglesia más famosa es, a secas, LA Frauenkirche. No le hace falta ningún apelativo ni nada. Es simplemente la iglesia de la ciudad. La que se ve en las postales, la que sale en las fotos, la que recibe procesiones de turistas.
En un principio se trató de una pequeña iglesia románica que sufrió numerosas ampliaciones y agregados. Hacia mediados del siglo XVI se transformó en la principal iglesia luterana de la ciudad. Parece que hacia 1700 la iglesia no estaba pasando por su mejor momento y cuentan los cronistas de la época que no resultaba apropiada para las necesidades de los fieles. En aquel momento Dresden estaba pasando por uno de sus mejores momentos; la explotación de las minas de Freiberg marchaba (literal y figurativamente) sobre ruedas, Sajonia estaba en pleno proceso de expansión, la corona mantenía el monopolio de la producción de la porcelana en Europa y, por si fuera poco, el príncipe-elector de Sajonia había sido elegido rey de Polonia. En ese contexto de bonanza no fue difícil recaudar el dinero para la construcción de una nueva iglesia.

La “nueva” Fruenkirche se construyó entre 1726 y 1743, siendo no sólo una de las mayores iglesias luteranas de Europa sino también uno de los edificios de piedra arenisca más altos del mundo. Por si fuera poco, además tenía -y aún tiene- la mayor cúpula de piedra al norte de los Alpes. Es obvio por qué no tardó en convertirse en un símbolo de la ciudad.

Durante la segunda guerra mundial fue destruida en su casi totalidad y la República Democrática Alemana (también conocida como la Alemania Oriental) decidió dejar las ruinas tal y como estaban para lidiar antes con necesidades más urgentes. Por supuesto, en un principio tampoco supieron con claridad qué iba a pasar con la suerte de la iglesia, o mejor dicho, con lo que quedaba de ella. Como en (casi) todo, hubo idas y vueltas de proyectos, ideas y planes. Sin embargo, a medida que los años iban pasando, el gobierno socialista no parecía incluir en sus planes de limpieza y reordenamiento a la montaña de escombros de la Frauenkirche.
En algún momento comenzaron a inventariar las piedras y restos. Almacenaron y clasificaron cerca de 850 cascotes. Luego la tarea fue abandonada. Después de semejante brote de germanidad parece que mostraron la hilacha… y usaron algunos de los escombros (se cree que casi dos tercios)  para rellenar una parte de la costa del Elba.
En los sesenta hubo un intento de limpiar la zona y hacer un parque, pero el presupuesto se acabó antes de terminar la tarea y parece que a la población de Dresden tampoco le gustó mucho la idea. Así que resolvieron hacer lo que se hace en estos casos de controversia: nada. Dejaron los escombros en pleno centro de la ciudad y se inventó como excusa decidió que fueran conservados como un monumento contra la guerra, más o menos en la misma línea que otras iglesias tanto de Alemania como de Europa en general.

Entre finales de los setenta y principios de los ochenta el gobierno socialista encaró la reconstrucción de algunos edificios simbólicos que habían quedado en pie pero bastante arruinados por la guerra. La lista estaba encabezada por la SemperOper, que es la ópera de Dresden, otro de los emblemas de la ciudad. Seguían el Residenzschloss y había planes para que la tercera obra fuera la Frauenkirche. Sin embargo no fue hasta la reunificación cuando el proyecto se sacudió el polvo.

En 1994 comenzaron la reconstrucción de la iglesia y en 2004 la Frauenkirche fue reinaugurada. El proceso de reconstrucción incluyó el uso de algunas de las piedras originales, que son las que se ven en las fotos con un color más oscuro. Me hace sentir como un dinosaurio pero en mi época, cuando estuve en Dresde por primera vez, las obras de reconstrucción estaban más cerca de su comienzo que de su final. La silueta del edificio era apenas imaginable y todo a su alrededor había estantes con piezas ordenadas y catalogadas.
Con esta será la segunda vez que lo diga … como en todo, el proceso de reconstrucción no estuvo exento de polémicas. Por un lado estaban quienes defendían la idea del monumento conmemorativo. Por otro, los historiadores y especialistas en arquitectura que señalaban que los constructores usaban restos de piezas sin criterio real, poniéndolos en cualquier lugar, además de estar construyendo con técnicas y materiales modernos. Sin embargo la obra siguió adelante y, sorpresivamente (al menos para mí), hasta se dieron el lujo de terminarla unos meses antes de lo previsto. 

sábado, 14 de mayo de 2016

Conocerte no es un placer

Desde hace un tiempo tengo un tándem. ¿Qué lo qué? Un tándem, una persona que quiere practicar un idioma hablándolo con un nativo a cambio de, básicamente, lo mismo. O sea, un alemán que quiere practicar su español se junta con un argentino que quiere hablar en alemán. Se juntan una, dos o equis veces a la semana (o al mes) y hablan… una hora en alemán y después una en español. Así los dos practican el idioma con un nativo, se explican cosas y todo al módico precio de lo que cueste un café o algo por el estilo. O nada, si te juntás en la calle o en la casa de alguien.

Decía, desde hace un tiempo tengo un tándem. En realidad tengo unos cuantos. Uno para practicar francés y tres para alemán. Pero no empecé con todos juntos. La cabeza no me da para tanto. Al principio comencé con uno. Un alemán muy simpático y super espontáneo (¡invita y acepta invitaciones sobre el pucho!). La primera vez nos encontramos en el Döner de la Albertplatz, que es EL LUGAR para encontrarse en la Neustadt. Como el día estaba decentemente aceptable aprovechamos para caminar por el barrio. La primera hora de ese encuentro la hablamos casi toda en alemán. Sólo tuve que recurrir al salvavidas del inglés cuando tuve la genial idea de decirle que Bariloche está en el hemisferio sur más o menos en la misma latitud que está Florencia en el hemisferio norte, pero que como no tenemos una corriente cálida en la zona, la temperatura es menor. ¿Quién me mandó a meterme ahí? Nadie lo sabe (ni sabrá) … sólo a mí se me ocurre. Después pasamos a la parte de la charla en español. Y a pesar de que es bastante principiante se las arregló super bien para decir casi todo lo que quería.

La cuestión es que al final de nuestro primer encuentro le pregunto: ¿cómo puedo decirle a alguien en alemán algo como nice to meet you? ¿Cómo?, me pregunta él a su vez. Le explico. Cuando conocés a alguien y le querés decir, mucho gusto, o algo, que fue lindo conocerlo/a, o que la pasaste bien. Algo que dé cuenta de haber tenido una buena experiencia con la otra persona. Me dijo la frase que conozco (Es freut mich Sie kennen zu lernen, o algo así). Sin embargo jamás le escuché a nadie decir tal cosa. Por lo visto él tampoco, porque automáticamente me explicó: pero eso no lo decimos, es como muy pasado de moda, nadie lo dice. Ok, ¿y entonces qué dicen? Mmmm… nada, creo. ¿Entonces no hay una forma amable de decirle a alguien que te gustó conocerlo/a y que la pasaste bien? Mmmmm … emmmm … y mientras piensa revolea los ojos de un lado al otro. Claro -le digo- se ve que para los alemanes no es lindo conocer gente nueva y que no disfrutan haciéndolo. Me río y -afortunadamente- él también se ríe. Luego agrega: podría decirse que esa es casi siempre la situación.

jueves, 12 de mayo de 2016

Finde largo. Parte V: El regreso

Situación: Estamos volviendo de nuestro fin de semana largo en Franconia. El micro acaba de salir de la terminal de Chemnitz y va en dirección a la autopista. Sólo nos quedan cuarenta minutos de viaje para llegar a Dresden. De repente se prenden las luces y se activa el audio. El chofer nos informa:

Meine Damen und Herren… Blablabla … Bus… kaputt… Blablabla … zurück… suben-estrujen-bajen … Chemnitz … Blablabla … Tut mir Leid.

- ¿Qué? ¿Entendiste algo?
- No mucho, ¿vos?
- Un par de palabras clave; algo está roto. Parece que hay un problema con el colectivo. ¿Quizás volvemos a Chemnitz? Y bueno, lo lamenta mucho…
- Más o menos lo mismo que yo. Pero el colectivo sigue andando.
- Sí. Y no parece que estemos volviendo…

[Alguien llama desde su celular]

- Che, la señora que está atrás mío acaba de llamar para avisar que vamos a llegar media hora más tarde, que hay un problema con no se qué y que tenemos que volver a Chemnitz.
- Qué raro. Pero el bondi sigue funcionando.
- Sí…

[Celulares sonando]

- El señor que está sentado ahí llamó para avisar que llega más tarde. No sé si es que nosotros tenemos un problema o es otro micro que tuvo un problema y nosotros vamos a buscar a los pasajeros.
- Ajá. Y ahora sí parece que estamos volviendo.

[Más celulares sonando]

-Definitivamente estamos volviendo. Parece que el que está roto es otro micro y nosotros sólo volvemos a buscar a la gente. Qué raro.

Mientras tanto llegamos otra vez a Chemnitz. Dato anecdótico, en la época de la DDR la ciudad fue conocida como Karl-Marx-Stadt, algo curioso ya que Marx no nació, ni vivió ni -mucho menos- murió allí. 

Se prenden las luces, el chófer se baja. Unos minutos después regresa y se activa el audio:

Meine Damen und Herren… Blablabla … Tut mir Leid … schon weg… blablabla … nicht mehr… blablabla … Tut mir Leid.

- ¿Entonces?
- Parece que los pasajeros ya se fueron.
- ¿cómo que se fueron?
- Sí, parece que veníamos a buscar a unos pasajeros que se quedaron varados cuando se rompió su micro pero parece que se fueron, no sé si en otro colectivo o por su cuenta…
- mmm... en fin…

miércoles, 11 de mayo de 2016

Fotos de miércoles...

Semana Santa. Los dinosaurios invaden Bayreuth (y los niños se divierten).

martes, 10 de mayo de 2016

Finde largo. Parte IV: Todo queda en familia (Bayreuth)

Al final, todo queda en familia. También en la historia. A medida que vamos conociendo más, vemos como todo se va enlazando aquí y allá. Ya van a ver… La primera mención histórica de Bayreuth la hizo un Príncipe-Obispo de Bamberg, en 1194. Pero recién en 1231 se  menciona a Bayreuth como “ciudad”. 

Hasta 1248 perteneció a un condado, luego a otro... hasta que llego a manos de los Hohenzollern de Nürnberg. Los Hohenzollern son los mismos que luego luego fueron reyes de Prusia y káiseres del Imperio Alemán. De mano en mano, pero quedando siempre en familia. Una y otra vez encontramos a las mismas familias repartiéndose la torta y pululando de un lugar a otro… los Habsburgo, los Luxemburgo, los Hohenzollern, los Wettin, los Wiettelsbach… haciéndose la guerra, casándose y heredándose los unos a los otros.
En 1430 comenzó una racha de mala suerte para Bayreuth. En una guerra contra el reino de Bohemia la ciudad fue arrasada. En 1605 la mitad de la ciudad se incendió. En 1620 fue diezmada por una plaga y, en esta carrera de desastres y tragedias, un año después, en 1621, hubo un nuevo incendio que quemó la otra mitad del pueblo.
Afortunadamente después de 1648 la suerte de Bayreuth cambió… ¡para mejor! El margrave (se supone que es más que un conde y menos que un duque) de Ansbach y Bayreuth decidió instalarse en la ciudad y comenzó obras de modernización y saneamiento. Como en estos casos, empezó por donde empiezan los gobernantes, es decir, su palacio.
La ciudad se sacudió el polvo (y el hollín) acumulados por siglos de desgracias y comenzó a crecer. Un palacio, una nueva catedral, la municipalidad, obras de secado de pantanos, una cerámica... 
 
Cuando un nuevo margrave se casó con la hermana de Federico el Grande (para más detalle ver San Souci, o el relax de un gran pequeño) la ciudad entró de lleno en su edad dorada. O al menos sus ricos. De esta época son edificios como el Ermitage, la Ópera del Margrave y el Palacio Nuevo. 
Tal parece que para los estándares de la época el Palacio viejo había quedado un tanto demodé. Y lo nobles, ante todo, se deben a las convenciones sociales. Como en esa época la moda dictaba que el modelo a imitar era Versailles. Bueno, pues hubo que construir una nueva residencia.
Sin embargo, como bien dice la letra de la canción, todo tiene un final, todo termina. A principios del siglo XIX el margraviato estaba en bancarrota. Amablemente el reino de Prusia se hizo cargo de sus deudas (y gobierno) al módico precio de anexarse sus territorios. En principio no era algo tan loco ya que pertenecían a la misma familia y los Hohenzollern de más allá eran herederos de los de más acá. 
Como en tantísimas otras cosas esto duró hasta que apareció otro viejo conocido, Napoleón. Habiendo vencido a Prusia, estableció un gobierno francés de ocupación y luego le entregó las tierras a su aliado más cercano, el ex duque/elector –y ahora rey- de … ¡sorpresa! … Baviera. De un modo u otro, luego de la caída de Napoléon (que se dio un pequeño porrazo), Baviera logró mantener bajo sus dominios a Bayreuth, al igual que a Bamberg y a Nürnberg… Lo que no lograron es que los habitantes de Franconia se sintieran auténticamente bávaros. Escuchando a los guías de los museos uno se da cuenta de cierta clara animadversión falta de amor que existe entre la región y el resto de Baviera.

A finales del siglo XIX llegó de visita el que se convertiría en uno de sus más famosos pobladores: Richard Wagner. Llegó a Bayreuth pensando que la Ópera local podría ser un escenario perfecto para la presentación de sus obras. Sin embargo las orquestas que requerían las operas de Wagner tenían tantos instrumentos que no había modo de que entraran en la fosa destinada a los músicos. Lejos de desesperarse Wagner deslizó medio en chiste, medio en serio que quizás podría establecer su propia sala de festivales para estrenar sus operas. El gobierno de la ciudad debe de haber vislumbrado el negocio y al tiro nomás le otorgó tierras y facilidades para la construcción de tal sala. Hasta el rey de Baviera (Ludwig II, también conocido como el rey loco de los castillos y el primo amante de Sissi) apostó algunas fichas en el asunto. Así nació la Festspiele Haus (la casa del festival) que, para variar, estaba bajo andamios siendo remozada.
Aprovechando tanta buena onda Wagner decidió comprarse él también un terrenito. Allí habría de construir Wahnfried, su propia casa, cuyo jardín da, casualmente, al parque del palacio.

En 1876 la Festspiele Haus fue inaugurada, dando comienzo a uno de los negocios más redondos en la historia de la cultura germana: el festival de Ópera de Bayreuth. Como dato anecdótico, el festival tiene tiempos tan delirantes que incluso para los alemanes es complicado. Las entradas se venden con años de anticipación. Muchos. De hecho algunas listas de espera para comprar entradas llegan a los casi 10 años (¡10 años de anticipación y yo no sé qué vamos a hacer en dos semanas!)

Con Wagner también llego su esposa. Cosima. Cosima Wagner. De soltera, Liszt. Era hija de Franz Liszt, por lo que su padre también tuvo su casita en el pago. De hecho, tanto Liszt como Wagner se encuentran enterrados aquí en Bayreuth.
Luego de la muerte de Richard, su viuda siguió con la quintita del festival. Sin embargo le dio una vuelta de tuerca. Y no para mejor. Cosima era bastante antisemita y se encargaba de vetar la participación de tenores y sopranos de origen judío. Luego también de otros músicos en general. Y estamos hablando de antes de la primera guerra mundial. Hoy, junto a la Festsipiele Haus hay una serie de memoriales que recuerda esta y otras cuestiones. 
Con semejante tradición, no sorprende que en 1923 el Partido Nazi haya organizado un evento en la ciudad. Al mismo asistieron más de cinco mil personas. Además de Adolf Hilter –que era uno de los principales oradores- estuvieron el alcalde de Bayreuth y buena parte de los descendientes de Wagner, de quien Hitler se decía admirador.
Pronto Bayreuth se volvió un hervidero de Nazis, asistiendo Hitler a los festivales de opera en más de una ocasión. Sobra decir que la sinagoga de Bayreuth fue apropiada por el gobierno, los ciudadanos judíos deportados a campos de concentración y sus propiedades confiscadas, apropiadas y saqueadas (no siempre en ese orden). Finalmente, a principios de la década de los 40 se estableció un subcampo de concentración dedicado a la experimentación científica en humanos. Todo eso bajo la mirada directora del nieto de Wagner.