lunes, 18 de febrero de 2008

Rock Master

No hicimos planes, sabía que quería ir. No exactamente cómo, ni cuando, pero quería ir. No pusimos el despertador, simplemente nos despertamos cuando nos llegó la hora. Aprovechamos bastante para quedarnos en la cama, mientras la luz del día apenas se insinuaba por detrás de las cortinas. Parece extraño, pero con el cambio de horario comienza a amanecer a las 8, así que hasta las 8.30 no hay plena luz, o incluso más. Se hace difícil saber entonces que momento del día es por el sólo hecho de mirar por la ventana. En contraposición seguimos disfrutando de tardes largas donde la claridad se extiende hasta entrada la noche... ¿Es de noche aunque sean las 10 pero sea de día? ¿O sólo es de noche con la oscuridad? ¿o a las 20.00 ya es la noche? ...

Como fuere, luego de aprovechar el placer de permanecer en la cama sin tener la necesidad de salir por alguna razón específica, me digné a asomarme al mundo exterior. Comprobé que, además de la luz, la temperatura también da cuenta de que nos preparamos para entrar en la recta final del verano. La mañana, como tantas otras de estas semanas, se presentaba más fresca que las inverosímiles temperaturas de enero.


Desayunamos, hablamos, lavamos ropa. Nuestros "hijos" no estaban. Ya me resigné, acepté que Eric y Hannah, los/as estudiantes que viven ahora con nosotros son, en parte, nuestros hijos de homestay, y ellos parecen sentirse cómodos con ese apelativo. Imagino que, en parte por eso o por la resignación, ya no insisto en remarcar mi posición de "hermano" de homestay. Imagino que, como padre, bien puedo reservarme un poco más de autoridad que como hermano.


Como decía, nuestros hijos ya se habían ido; y luego de retacear la iniciativa, decidimos que ya era hora de partir; nos esperaban el bondi a Catedral, la picada a Frey; a Lara Playa Muñoz, a mi el refugio Frey, sede del 15º Rock Master. Y hacía allí fuimos...

Nos separamos y continué mi viaje solo. Sorpresivamente había recordado llevar mi cámara de fotos. Es increíble como algo nuevo tarda en ser incorporado a nuestra rutina. En mi caso, adoptar la costumbre de recordar que tengo una cámara es algo más difícil de lo que podría pensarse. Pero no volví a olvidarla y me entretuve parte del camino con la fotografía. Eso hizo del camino algo más interesante, incluso la parte final, que tantas penas me había generado en la primera ocasión en que subiera. En efecto, cada vez que subo al refugio compruebo que pocos son los lugares que recuerdo de manera sistemática pero que vívidamente preservo la sensación de abatimiento de la parte final de la subida. "Me quedo acá, sigan ustedes, después voy". Seguramente debo haber comido una barra de cereal y tomado agua en busca de algún alivio o energía que no recuperé. Pero seguí, seguimos, con Chili, Pancho y Sissi esa primera vez...


Afortunadamente, ese recuerdo es tan fuerte, que al llegar al refugio no puedo creer que el camino ya haya terminado, tan simplemente, sin sufrir... Pero fue así, y ahora volvía el verde cañadón que se abría a mi costado; más arriba los pedreros, las lengas achaparradas y las piedras, hasta las cumbres puntiagudas. Unos metros antes de llegar, pero con la certeza de que el refugio no podría estar a más de 100 metros los ví; una, no, dos figuras que brillaban, que reflejaban el sol, allá, arriba en la aguja Frey. Diminutas, sí, pero humanas, las figuras escalaban, subían o bajaban...


Sin embargo, cuando llegué al refugio, el lugar estaba más que tranquilo; si algunas carpas aquí y allá salpicaban de color la costa de la laguna Toncek. Sí gente en movimiento en un lado y otros, pero no mucha.

No para mi asombro, ciertamente, descubrí que la escalada no es una actividad que me apasione, así que luego de mirar un poco, me volví hacia la playa y me dispuse a reconocer ese cambiante lugar donde a veces existe una laguna y otras tantas un campo congelado donde se patina o esquía.


Atardecía, o atardeció, ya que fue sólo un momento en el que el sol, rápidamente, se escondió detrás de las montañas. Sin nada más por hacer volví al refugio, tal como lo hacían los/as escaladores/as que participaban de la competencia...

viernes, 15 de febrero de 2008

Se supone que tengo que actualizar el blog

Sí, ya lo sé...
De nada sirve que intente decir que había escrito cosas y que, al cargarlas se borraron. Menos útil sería mentir que eso pasó en reiteradas ocasiones. Sólo puedo decir una cosa: alguien me roba el tiempo.

No sé quién, no se cómo, tampoco cuándo... sólo sé que desde el último fin de semana de noviembre entré en un tobogán que, espero, haya terminado y me haya dejado aquí, o ahora, mejor dicho, en el 15 de febrero.

Todo comenzó algún tiempo atrás, en la isla de sol... ah, no perdón... todo comenzó cuando, a finales de noviembre tuvimos un fin de semana de capacitación en la escuela. Para variar, tuvo que ser, hasta ese momento, el mejor fin de semana de la por entonces vigente primavera. A partir de ese momento algo pasó; una cosa llevó a la otra, un fin de semana refugio, la llegada de mi mamá para mi cumple, más refugios y caminatas... y Chili, y Pancho, y Uli ... año nuevo. Más amigos, más visitas; Flor, Luzu, los peixes, los Rossettis, Eri y Nico. Poco a poco comenzaron también a aparecer nuevos estudiantes que llegaron a vivir a casa, mientras el trabajo llegaba a su mayor punto. De hecho, en algún momento llegamos a tener en la escuela 45 estudiantes y superamos los 30 por más de dos o tres semanas.

Es una sensación rarísima, la de la estacionalidad de la ciudad, y es como sentir que, en un momento hay una marea que te lleva. No sólo en la calle, es un ritmo, es algo que se respira; salir temprano, ir a algún bar, hacer algo, salir a caminar o correr, juntarse con amigos.

"Síndrome del falso turista", fue bautizada esta situación por Roque, un compañero del trabajo. Tal cosa consistiría en tratar de ponerle el cuerpo a las vacaciones ajenas, en seguir el ritmo de amigos y familiares turistas, corriendo con la clara desventaja de que uno trabaja.

No me quejo, no nos quejamos. Esta bueno, pero desgasta a pesar de lo bien que uno pueda pasarla, y claro, uno empieza a recortar tiempos de donde sea. Al parecer el blog y los mails fueron los primeros en caer en el recorte. No me robaron el tiempo, ahora lo sé, lo usé en modo diferente; hice y hago otras cosas. Trato de disfrutar de este verano espectacular que nos recompensa después de un invierno aletargante.

Pero estoy, se supone que existo, y aunque no siempre escriba, sigo teniéndolos/as presentes todos los días; y aunque no siempre los vea o les escriba, siempre están...