viernes, 1 de agosto de 2008

Vuelven los ochentas, vuelven los noventas

Era sábado, creo. Por algún motivo me había despertado relativamente temprano y había planeado ir al supermercado o a comprar algo. Mientras terminaba de desayunar sonó el celular. Era un mensaje. “Zapato, ayer fue mi cumpleaños”. La idea era corta y concisa, la autora, María Celina, Chili. Hice una pausa, miré el calendario. Efectivamente, era así. ¿Cómo había pasado?. No era tan difícil de explicar, no era la primera vez que confundía una fecha (el año pasado la había llamado un día antes) pero me invadió un sentimiento de preocupación. Si viviendo con Lara este tipo de episodio nos podía pasar, ahora sería un caos total. “Sí, sólo hay algo por hacer”- pensé-, pedirle a la organizadora N°1, autora de desayunos presidenciales, representante del protocolo aún cuando duerme y única persona que puede “proceder a proceder” que me envíe – una vez más- la lista completa de los cumpleaños. Y mientras escribo estas líneas, casi dos meses después de los eventos me di cuenta que también me olvidé del cumpleaños de Juanito. Tendré que llamarlo por la tarde.

Pero aún no llegamos al 1 de agosto. Aún estamos a principios de junio, así que volvamos… Bajé al pueblo, compré una tarjeta, la llamé para saludarla y pedir disculpas. No sé si es que estaba resignada, si ya me conoce mejor, si no fue tan grave o todo junto, pero no hubo reproches. Tampoco es su estilo. “Sos así, te acepto así”, fue más o menos el mensaje. Y mientras hablábamos la vi pasar a Miqui (Micaela), otra exiliada de la gran urbe en la Patagonia. Le hice señas para que me esperara. La seña fue efectiva ya que se quedó a la espera. Ella acababa de llegar de Buenos Aires, así que me contó como le había ido. Me puso al tanto también del próximo regreso de Matías. Le conté que pensaba que para el regreso del susodicho tenía ganas de organizar una fiesta temática. “Vuelven los ochentas”, iba a ser el tema de la fiesta, con música y ropa de la década en cuestión. Ella estaba casi tan entusiasmada como yo con la idea. Ya estaba todo dicho, la fiesta estaba en marcha y sólo restaba asegurarnos el lugar.

Lamentablemente fue uno de los temas más complejos ya que hasta último momento no pudimos estar seguros de que la casa de estudiantes de ECELA iba a estar disponible. Debo admitir que en un momento fui partidario de suspender la fiesta por una semana hasta asegurarnos un lugar. Si seguimos adelante con la fiesta sólo fue por la insistencia de nuestras dos “hijas de homestay”: Olivia (también conocida como “Tropical”, “Tranqui” y “Caleta” – Guarnatsi dixit-) y Claudia. Ellas también estaban entusiasmadísimas con la idea. Es que, además de comentarles, con Angie les hicimos escuchar un compilado con la mejor música que habríamos de pasar y, cada día antes de cenar, escuchábamos algo de lo que iba a sonar. También nosotros nos esmeramos; había entradas y deco temática para el lugar del evento: posters de películas de los ochentas, fotos del cubo Rubric, y también de Magneto, las Primas, Madonna y Culture Club, unas cuantas de V, Invasión extraterrestre entre otras series ochentoides.

La idea la había terminado de consolidar durante mi regreso de Córdoba; en el micro habían pasado compilados de música de los ochentas y los noventas. ¿Por qué no? Volvían los chupines, los jopos, las calzas y los colores llamativos, también los cinturones anchos, la música y hasta Indiana Jones. Todo parecía estar en sintonía con el regreso de clásicos de los ochentas al cine, remakes, nuevas versiones con nuevos o viejos actores, la música presente en las radios y la moda que se veía en las vidrieras (al menos en la versión más descafeinada). Tal vez eso merezca un capítulo aparte aunque –de momento - no creo me dedique a ello… pero ¿no fue suficiente con que ya se hubieran usado los jopos y los chupines? ¿Era necesario resucitarlos? ¿y los chapines para hombres? ¿Es que no había nada mejor para re-utilizar?. Re-utilizar, claramente, no es la consigna de estos regresos, sino más bien que uno tenga que volver a comprar algo que es más o menos similar sin dejar de ser más o menos diferente. Sino, conservaríamos las cosas para reutilizarlas en lugar de convencernos de que están pasadas de moda. ¿Cuántos/as pensamos que algunas de estas cosas horrible que fueron furor en nuestra infancia/adolescencia volverían? Y sin embargo volvieron. Como ellas volvieron nosotros volvimos a organizar un asalto con la música de los ochentas (estirándose hasta principios de los noventa, obviamente).
Las fotos quedan para el próximo capítulo...

miércoles, 30 de julio de 2008

Se robaron la nieve

A mi vuelta a Bariloche esperaba encontrar frío, algunos turistas que empezaban a llegar y amenaza de nevadas. El regreso, más rápido aún que la ida (Debido a una nueva tregua en el conflicto por las retenciones), no me presentó el panorama esperado. El aeropuerto aún cerrado por las cenizas del volcán Chaitén, los turistas varados en aeroparque, la nieve sólo en las cumbres. El panorama no parecía el más alentador precisamente, pero aún había esperanzas. Mayo estaba terminando, pero aún quedaban por venir junio y julio. Sin embargo algo pasaba… La nevada era atrasada sistemáticamente por todos los pronósticos (meteorológicos y caseros). A pesar de que aún quedaba tiempo suficiente para que fuera una buena temporada, ya empezaban a verse las primeras caras largas, y en las expresiones de la gente y en los diálogos oídos como al pasar se percibía esa sensación de preocupación mezclada con la resignación que implica saber que nada de lo que uno/a haga podrá cambiar la situación.

Las cosas no parecían mejorar (aún no lo parecen), y en la medida en la que el tiempo pasaba y, a la falta de nieve y de aeropuerto, se sumaron los trastornos generados por los piquetes en las rutas.

Poco frío, con llovizna, sin noticias de la nieve, con el aeropuerto cerrado por la ceniza y la mitad de las rutas bloqueadas configuraban un panorama sombrío. Para la mitad de junio la única alegría fue provista por la llegada de los primeros contingentes de estudiantes. Los “Tira bolas”, como se conoce a los egresados en Bariloche – por obvias razones- junto con algunos/as pocos/as brasileros/as aislados se transformaron en los únicos turistas que llegaban a la ciudad, y mientras esto pasaba (y pasa) buena parte de la industria turística ve mermar sus ingresos mientras que sus expectativas se esfuman en el aire. No es que sienta pena por los empresarios hoteleros, aunque la situación si es preocupante para los/as trabajadores que dependen de la temporada de invierno, la gente que trabaja en villa Catedral y el cerro, las personas que trabajan en los restaurantes y hoteles, por no citar más rubros. Por el resto, bueno, son riesgos de depender del clima en una medida similar a la que depende una sociedad rural no tecnificada. Es increíble cómo el clima no sólo regula el estado de ánimo de la gente, y para muchos/as más importante aún, los ritmos de trabajo. Esto también se extiende al estado anímico de la ciudad en su conjunto, a la llegada de turistas, a las proyecciones para el próximo año.

Claramente el año anterior había sido espectacular, hablando en términos turísticos, con un invierno largo y con mucha, muchísima nieve. Por ende las expectativas para éste estaban en un nivel inverosímilmente alto. Y como corresponde, la gente se preparó para eso de la forma más solidaria y comprensiva; subiendo los alquileres, precios de hoteles y cabañas, restaurantes y negocios. Pero algo falló, no se sabe que pasó pero la nieve no llegó. El calentamiento global, el recalentamiento de la región por la actividad volcánica, el famoso “mal invierno” que ocurre cada 10 año, la repercusión del mal invierno europeo del ante año, el año de los tulipanes, las cotorras o vaya uno a saber qué... Hipótesis hay muchas y la gente las comparte, las discute, la combina. Se escucha en los comercios, los colectivos, la calle. A ciencia cierta nadie sabe cuál es la razón pero todos arriesgan la suya.

Mientras la situación se complicaba, salpicada con alguna pequeña nevada que no duraba más de unas horas aparecieron los primeros carteles en los negocios: “Descuentos para residentes”, “Liquidación de temporada”. Duraron lo que dura un suspiro. O mejor dicho, lo que tarda en legar un avión chárter desde Río de Janeiro o San Pablo. Tan pronto como hubo un mínimo de nieve en el cerro llegaron más vuelos desde Brasil. Creo que aún nadie sabe muy bien para qué, ya que las pistas en la que se puede esquiar, según dicen los entendidos, no más bien escasas. Con el cerro funcionando a un tercio o, con suerte, media máquina, la actividad de los turistas se trasladó hacia la ciudad; caminar, comprar chocolates, tomarlos calientes, con tortas o con tostados, los únicos que están aprovechando la situación son los cafés y chocolaterías del centro.

Mientras tanto nosotros seguimos esperando la nieve que no llega, los turistas que deberían acompañarla. Y bueno, parece que será un invierno sin nieve. No será ni el primero ni el último.

jueves, 24 de julio de 2008

Último capítulo cordobés

“Menos mal que existe el psicoanálisis y que en mi terapia trabajamos para distinguir la envidia del deseo”. Esas fueron, más o menos, las palabras que dedicó una de las disertantes provenientes de la UBA al referirse al edificio de la facultad de Lenguas como así también a las aulas comunes. Habiendo estudiado en sociales, creo que (casi) cualquier instalación edilicia que preserve un mínimo de decencia puede bien estar a la altura de Versalles. Aunque debo reconocer que, aún comparada a la UNQ, la ciudad universitaria parece pertenecer a otro país. Con esta será ya la segunda o tercera referencia dedicada a este tema (Prometo no hacer más). Bueno, quien sabe, nunca puede descartarse un Master en la UNC, pionera en lo que respecta a la enseñanza de español para extranjeros (Tienen la carrera de grado más antigua y los mejores posgrados). Buena parte del Congreso estuvo destinado al auto-bombo, objetivo plenamente satisfecho, pero también fue sumamente interesante ver los caminos que transita la enseñanza del español para extranjeros en todo el país como así también entrar en contacto con otras tantas personas que se dedican a lo mismo, intercambiar experiencias, etc.

Fue impresionante el despliegue de mesas y ponencias dedicadas a “que no nos mientan con el español neutro”, ese invento que muchos adjudican a la industria editorial transnacional pero que debe estar már enraizado en CNN en español. ¿O no me van a decir que Carolina Cayazzo, Glenda Umaña y Jorge Gestoso no sonaban ridículos al usar ese lavado intento de cruce anémico entre el español de México y el del Caribe?. ¿Cómo enseñar un español que no es el que uno/a usa? La respuesta del congreso fue tajante, Corresponde enseñar el español del hablante, y por ende, enseñar las variantes locales. O al menos eso fue algo en lo que se hizo harto énfasis. Por otra parte, debo reconocer que me escucho a mi mismo hablándole de “tú” a los estudiantes y no lo puedo creer. ¡Contame! (O cuéntame), es como si tuviera un chip y apenas veo un extranjero se activa, es casi inevitable, y cuando uno de ellos quiere que le hable de vos, debo reconocer que me cuesta. Claro, que trabajando con ellos a diario, viviendo con ellos y saliendo con ellos uno puede acostumbrarse a adoptar los hábitos más recónditos, hablar de “tú”, como así también a identificar errores, posibles causas e intenciones del hablante (No siempre, ya que, como diría un recordado chanta televisivo, “puede fallar”). Por suerte, o por desgracia, no soy el único que sufre de este mal, nos hemos sincerado y poco más de la mitad del equipo docente de la escuela caemos en ello involuntariamente, aún cuando trabajamos con libros que deliberadamente usan “vos”...

A continuación la última tanda de fotos. Prometo que con esto se termina el tema Córdoba.

miércoles, 23 de julio de 2008

Un lego en la docta II

Luego de pasear por la ciudad fui a cenar y volví a mi hostel. El lunes empecé la semana visitando escuelas de español “amigas”, léase, los partners de La Montaña, la escuela donde yo trabajo. Aprovechando mi visita me invitaron a hacer el city tour de una de las escuelas. Vino bien pues aprendí unas cuantas cosas más y confirmé otras, como, por ejemplo, el hecho de que Córdoba es la ciudad de Argentina con mayor cantidad de iglesias en su casco histórico. Creo que tal cosa se va volviendo autoevidente en el blog en la medida en que se puebla de campanarios, torres y cúpulas. Coloniales, barrocas y góticas, las hay para todos los gustos, casi todas ellas comenzadas durante la primera época colonial y ampliadas y continuadas sucesivamente. La intuición no falla, la de los jesuitas es la más antigua. A decir verdad la catedral se comenzó a construir antes pero fue terminada después, mucho después.

Mientras tanto la fecha de inicio del congreso se acercaba, y por ende se terminaban mis días libres. Así que seguí aprovechando las posibilidades que la ciudad me ofrecía. A este punto debo reconocer que la vida urbana brinda muchísimas más posibilidades que la del pueblo donde vivo. A favor de Bariloche – y es que debo ser honesto – muchas de las casi innumerables oportunidades que brindan las grandes ciudades implican alguna erogación o gasto monetario de algún tipo. Sí, claro, está el parque, pero no es lo mismo. Ir a Cerro Otto no me cuesta nada (si es que no me afanan en el camino, obviamente) pero, en general, Bariloche ofrece oportunidades para todos los gustos y sabores, e incluso bolsillos. Córdoba, como toda ciudad, es un centro de consumo, y casi obliga a consumir para disfrutar, sentimiento con el que no me llevo muy bien, aunque a veces pueda sucumbir. (Sí, a veces pasa, no son muchas, pero existen).

Aprovechando también mi presencia en otra urbe de ese concepto residual y heterogéneo denominado “el interior” me dedique a estudiar algunos precios del costo de vida, sólo para confirmar lo obvio. Vivir en Bariloche “me sale carísimo”.

martes, 22 de julio de 2008

Un lego en la docta

“Nico ¿Tenés ganas de ir a Córdoba?”, me preguntó Gloria, la directora de La Montaña. Se ve que tanto mi respuesta como así también la cara con que la acompañé demostraron mi intención de salir en los siguientes 5 minutos si tal cosa fuera necesaria. Tal fue la impresión que le causé a Gloria que automáticamente tuvo que agregar, “bueno, habría que preguntarle a Ron”. Dispuesto a partir gasolero con rumbo a la docta establecimos un presupuesto, costas máximos, gastos mínimos. Todo aprobado. Estaba decidido que iría al Congreso de Enseñanza e Investigación en Español como Lengua Extranjera, que tendría lugar en Córdoba entre el 21 y el 23 de mayo. Cómo el Congreso empezaría el miércoles (y yo debería haber salido el lunes para llegar el martes a la noche) directamente salí el sábado. De haberlo podido habría salido el viernes anterior.

El viaje fue más corto de lo esperado y la tregua vigente en aquél momento entre el campo y el gobierno evitó retrasos. Viajar en micro por 20 horas ya es parte íntegra de mi vida y, hasta se podría decir, una actividad en parte relajante ya que me permite leer, mirar películas terribles que nunca alquilaría y tener la excusa perfecta para no hacer nada sin sentir la más mínima culpa ni remordimiento por mi pereza.

La llegada me sorprendió un poco dormido pero la necesidad de encontrar alojamiento rápidamente me despertó. Terminé encontrando un hostel a 4 cuadras de la ciudad universitaria (En la Facultad de Lenguas tendrían lugar tanto el Congreso como las jornadas y talleres que lo acompañaban). A 10 cuadras del centro, 4 de la facultad y dos del Parque Sarmiento (es el más grande de la ciudad, similar a los bosques de Palermo en versión local, sin rosas y por suerte sin rejas) parecía el lugar ideal. Dejé las cosas, agarré la mochila, me cambié y salí. Primero lo primero, reconocimiento del parque, ubicar la universidad, mate en mano y libro en la mochila. Primera impresión: “podría acostumbrarme a esto”. El barrio, Nueva Córdoba, es una especie de barrio coqueto, mezcla de Barrio Norte con Palermo combinado con un barrio universitario. El clima acompañaba, ése día – cómo el resto de la semana – entre 25 y 30 y hasta 32 grados. Por alguna razón extraña había llevado bermudas y alpargatas, casi como “por las dudas”. Al segundo día a la mañana estudiaba si por las dudas me llevaba un pullóver y sólo una o dos veces lo hice esa semana.

Extrañado de la buena impresión inicial me dediqué más tarde a hacer un breve reconocimiento del centro también. Al llegar la noche estaba seguro, sí ése era el clima típico de mayo definitivamente podría establecerme allí. Lamentable, o afortunadamente, la gente de Córdoba estaba casi tan sorprendida como yo por la temperatura, a la que definieron como totalmente atípica para esa época del año. De todos modos me encontré por demás fascinado por la ciudad; grande, mucho más de lo que podría haber imaginado pero sin sentir que me enfrentaba a un monstruo urbano interminable, combinando lo moderno con lo histórico y con una inmensa vida cultural. Así que así las cosas aproveché los días libres para hacer de todo. Claro está, también a actualizar el blog… pero especialmente para caminar la ciudad, para visitar algunas de las numerosas iglesias, la manzana jesuítica y también disfrutar de eventos que rara vez pueden hacerse en Bariloche, léase ir al teatro, festival de jazz, show al aire libre de flamenco, entre otros. También fui a escuchar un par de coros en la iglesia de los jesuitas y visité el museo de la universidad de Córdoba y la cripta jesuítica.

El domingo fue casi como un domingo barilochense, nada por aquí, nada por allá, sólo gente paseando por los parques. Durante la semana el ritmo cambia y me sorprendió la vida de la universidad; mucha, muchísima gente, sedes universitarias amplias y luminosas, todo en el parque, con árboles alrededor (y para los/las más detallistas, cableado subterráneo no sólo en la ciudad universitaria sino también en casi todo el centro de la ciudad). “Definitivamente podría habituarme a esto”, pensé.



lunes, 21 de julio de 2008

Con atraso, el otoño... (Sí, ya sé que estamos en invierno)

Viernes 18 de julio. Me siento frente a la computadora. Sé que tengo que actualizar el blog e intento recordar que es lo último que había escrito. La tarea no es fácil pero finalmente logro acordarme de que la última vez que escribí estaba en Córdoba… ya es una ayuda. El tema de lo último que escribí era la ceniza, situación que volvió a repetirse en estos días.

La primera parte de la tarea está hecha, ahora a escribir. Al menos en la teoría parece fácil; en la práctica no siempre lo es. Trato de recordar que es todo lo que pasó en estos últimos dos meses. Es mucho lo que hay para contar y no sé por donde empezar. Me cuelgo y no logro escribir mucho, así que termino abandonando la tarea y me pongo a ordenar para luego cocinar.


Domingo, casi 6,30 de la tarde, estoy cansado – hay quienes ya saben porque, otros/as deberán leer para enterarse-, hace un rato llegué luego de una caminata por el barrio; siendo el segundo día de sol luego de una semana decidí aprovecharlo para mover un poco el esqueleto. Además, mientras caminaba trataba de organizar lo que habría de escribir más tarde. Claro está que no funcionó del todo ya que mientras revisaba mentalmente lo que debería contar, el orden de los eventos cambiaba. Y aquí, a diferencia de las matemáticas, el orden de los factores sí altera el producto.

Así que, a empezar por el principio. Las fotos del otoño… las fotos provienen de viajes diferentes que hiciéramos con mis padres allá lejos y hace tiempo, a mediados de mayo. El primer grupo de fotos pertenece al valle del Chalhuaco y al refugio Neumeyer. El segundo grupo corresponde al viaje a San Martín de los Andes yendo por el paso del (arroyo) Córdova y volviendo por Junín de los Andes.

Parque Nacional Nahuel Huapi (Norte) / San Martín de los Andes

La primera parte del viaje no exige demasiada audacia, hasta Confluencia por la ruta pavimentada, pasando por Valle Encantado (Tratando de identificar el lugar por el que cruzamos el río en enero). Apenas después del desvío a Villa Traful – también a la izquierda- se abre el camino a San Martín por paso del Córdova, pasando por Villa Lago Meliquina. Sin duda se trata de la menos amistosa de las tres vías de comunicación que unen a San Martín con Bariloche. Las otras dos son el camino de Siete Lagos y la ruta 40, que exige 100km más y llegar hasta Junín de los Andes. A nuestro regreso habríamos de comprobar que, pese al rodeo extra que tuvimos que dar, el viaje fue más rápido. La primera parte del camino era como transitar por una calle (de tierra, obviamente) donde cada 10 o 15 centímetros hay un lomo de burro. No sé cuanto, pero pareció una eternidad, aunque afortunadamente teníamos algo a nuestro favor, la vista increíble. Las lengas estaban en aquél entonces en ese momento del otoño en el que aún conservando sus hojas el otoño está avanzado y los colores más variados podían apreciarse: desde las que aún estaban verdes, a aquellas más amarillentas y finalmente marrones y rojizas. Por una de esas cuestiones casi inexplicables (Bueno, en realidad porque ya me daba vergüenza tener una cámara de fotos que era olvidada sistemáticamene) sí llevábamos la cámara con nosotros. Como casi siempre, una de cal y una de arena, con el sol el contra no todas las fotos salieron espléndidas. He aquí una selección de las mejores:





Valle del Chalhuaco

Siempre es un problema; a veces todo junto, a veces separado, en ocasiones con dos eles, otras con una, Chalhuaco es por sí misma una palabra compleja. Afortunadamente el viaje lo fue menos (aunque, para decir la verdad, no recordaba exactamente donde estaba el acceso a la picada y tuvimos que volver y pasar algunas veces –no es necesario recordar cuántas- antes de encontrarla). Las fotos son tanto del viaje hasta el refugio como de la caminata desde “el Neumeyer” hasta la Laguna Verde, hogar de una célebre rana cuyos ruidos alcanzamos a oír y que sólo (al menos eso se supone) habita en ese lugar.





jueves, 22 de mayo de 2008

Las pestes no llegaron

Para evitar la (errónea) impresión que alguien parece haber tenido respecto a mi (impecable) estado higiénico me veo obligado a terminar la historia del apocalipsis. Afortunadamente (ya sea porque todos/as seguimos vivos/as y porque de haber comprobado la existencia de los cuatro jinetes debería haberme vuelto religioso) la rotura de un caño había generado que la falta de agua coincidiera con el momento en que notábamos la caída de las cenizas. Infeliz coincidencia que nos hizo inferir (nuevamente, erróneamente) que ambos eventos deberían estar conectados de alguna forma.


Cuando, a primera hora de la mañana siguiente, descubrí que ambos eventos eran independientes llamé a la compañía de agua local, cuyo operador me confirmó la inexistencia de relación directa entre ambos fenómenos. También me informó que para la tarde el problema debería estar solucionado. Y así fue, ya que cuando volvimos a casa, el servicio había vuelto a funcionar con normalidad. No así los servicios aéreos que, al menos, debieron estar suspendidos por una semana más.

En cuanto a los habitantes de la casita, pudimos bañarnos esa misma noche, cosa que hicimos sin perder ni un minuto.

martes, 20 de mayo de 2008

El eternauta

De más está decir que me desperté durante la noche y fui a ver si había alguna novedad en el baño. No encontré ninguna, a excepción de la total falta de agua, incluso en la mochila del inodoro.

Con semejante panorama volví a la cama e intenté dormirme, empresa que siempre suele tener éxito cuando faltan sólo 20 minutos para que suene el despertador. Esta tampoco fue la excepción. En la cocina me esperaba el comité de medidas de seguridad del eternauta. Bufanda, anteojos, gorro de la lana + capucha + venda debajo de la bufanda. No opuse mucha resistencia, se ve que en algún punto me parecía también más o menos lógico tomar alguna precaución. No sé si todas juntas, o todas superpuestas, al estilo “cebolla”, típico en la moda local y, por supuesto, también de las refugieras…

De cualquier modo me dispuse a salir armado con mi equipo y blandiendo la cámara de fotos por si venía alguno de los gigantescos insectos del Eternauta. Pero no, no aparecieron, como tampoco aparecieron los habituales autos. Si había tránsito, obviamente, pero como un sábado; menos autos, algunos colectivos, todos despacio…

Y mientras me acercaba a la escuela veía por debajo de los lentes empañados que algunos negocios habían baldeado sus veredas. Me llamo la atención, pero bien podría ser que no se hubieran dado cuenta de que se había cortado el agua ya que que - posiblemente - tendrían sus tanques llenos.

Mientras me acercaba a la escuela recordé que, un día antes de que cayeran las cenizas, uno de los estudiantes había llegado a la escuela luciendo un barbijo. Con discreción, y tratando de no hacerlo en su cara, nos habíamos ido recluyendo en la sala de profesores para reírnos a costa suya. Imagino que mi atuendo debe haber generado reacciones similares. (Aclaración: cuando termine de perder el mínimo de decoro que preservo habré de cargar la foto para que ustedes también puedan reírse libremente). En efecto, una de las profesoras me pidió disculpas cuando me saludó. Por mi parte no entendí y me explicó que mientras venía, sin reconocerme, le sugirió a su marido: "los gringos son unos exagerados, sino miralo a ése". "Ése", claro está, debería ser yo, o aquel sujeto que con altas dosis de psicosis se había vestido con cuanta prenda tenía a mano...


Aproveché y me reí. Y aprovechando la risa, volví a citar alguna frase apocalíptica, más o menos cómo la recordaba pero no exactamente como era. Nos reímos todos/as en la sala de profesores/as. "¡Que exagerado!" respondió alguien a modo de broma. "Hay cenizas, no se sabe que va a pasar, no hay agua. Es lo más parecido al apocalipsis que nos pasó desde los cortes de luz en el invierno", repuse. Se hizo una breve pausa, todas se miraron entre sí. Después alguien me explicó y yo mismo llamé a la compañía de agua... Sólo unas pocas cuadras no tenían agua a causa de un caño roto a dos cuadras de casa. No había ninguna relación entre la falta de agua y la ceniza. El corte de agua se había producido antes y, coincidencia, él tanque se quedó sin agua justo después de haber notado la caída de las cenizas.

lunes, 19 de mayo de 2008

Y el cielo se cubrió y cuatro jinetes esparcieron cenizas por el mundo

Al principio parecía un exceso de sensacionalismo, una exageración. Después empezamos a comprobar que, efectivamente, existía algo, una bruma que impedía tener una visión nítida. Pero eso fue todo, o al menos eso creíamos. El tiempo pasaba y la gente trataba de convencerse de que sí, de alguna manera la situación empeoraba. “Sí, ayer había olor a ceniza”, llegué a escuchar, y me parecía que se debía más al efecto del autoconvencimiento que a un examen concienzudo de la situación.

“¿Vieron la ceniza?, venía caminando y se me acumuló esto en la campera”, mostraba Angie tan pronto como entrara en la casita. Hacía frío, había un poco de viento, pero no parecía tan terrible. En efecto, tenía algunas cenizas en los hombros y brazos de la campera. Aproveché para comentar que en la escuela esperábamos la llegada de un estudiante pero que su vuelo había sido cancelado. Y allí terminó todo… pero cuando, casi por casualidad, subí al cuarto pasó algo raro. Miré casi sin prestar atención por la ventana y sin embargo tuve que volver a mirar cuando advertí que la calle era más clara, y el pasto menos verde. Miré y no entendí, bajé y no dije nada, corrí las cortinas de otra ventana, volví a ver un panorama similar. Aún sin decir nada me abrigué y salí. Allí estaba… una capa de ceniza cubría el suelo, los autos, las hojas de los árboles y los techos. Todo estaba teñido de gris; no era mucho, era apenas una capa, pero estaba y seguía cayendo. Salimos todos, sacamos fotos…

Entramos comentando el fenómeno. Pensamos que sería una buena idea tener algo de agua, por si acaso. Empezamos a embotellar agua: botellas de vidrio, termos, cantimplora, todo parecía ser útil. Y cuando terminamos la tarea, volvimos a nuestras tareas; lavar los platos de la cena y bañarse.

Pero algo pasó, Olivia avisó que en su baño ya no había agua. Avisé en la cocina, aún había allí, así que pensamos que era el agua corriente lo que se había cortado. Cerramos las canillas, cargamos lo que quedaba de agua. Mientras chequeaban si había agua en otras canillas hice lo único que podía hacer; busqué la Biblia, abrí en el Apocalipsis y comencé a leer los pasajes más apropiados; aquellos en los que el cielo se cubría, y las pestes arrasaban la tierra, y el suelo era tragado hasta las profundidades del infierno…

¿Qué más podía hacer? Teníamos el agua que pudimos juntar antes de que se cortara, la ceniza caía, la mitad de los cubiertos estaban sucios, el tanque iba a quedarse sin agua, la mitad de la población no había alcanzado a bañarse… Buscamos noticias en la radio, pero ninguna de las locales nos informaba acerca de lo que pasaba. Escribí a amigos/as y conocidos/as, sólo una contestó, idéntica situación. Además me contó suspendido las clases en escuelas primarias y secundarias…

Corran por sus vidas, pensé. Seguí buscando si en el Apocalipsis había algún pasaje que mencionara las cenizas, aunque no pude encontrarlo. Afortunadamente si había frases que podían ser citadas con voz grave y tono solemne, así que a eso me dediqué por lo que daba de la noche. Después nos fuimos a dormir, con la esperanza de que las cosas se arreglaran.



jueves, 15 de mayo de 2008

Más extraño que la ficción

De alguna forma vivir en Argentina requiere que uno (o una, llegado el caso) esté acostumbrado a situaciones que parecen salidas de la ficción. O algo aún más extraño que eso: la realidad latinoamericana. Y si bien no es tan encantadora como el realismo mágico de García Márquez, no por eso deja de ser menos inverosímil. Sino, ¿cómo se entiende que podamos haber sobrevivido a los patacones, lecops, Rodríguez Sáa y Mauro Viale? Si eso no es más extraño que cualquier ficción imaginable, no sé que pueda serlo…

Algo de todo eso requiere también un blog que, como éste, carezca de actualizaciones diarias y apenas tenga alguna(s) al mes (y eso en los buenos meses…). Lo digo porque, en cierto modo, pasa algo extraño. Creamos algo más extraño que una ficción; escribo para contar algo que quiero contar, aunque el episodio no sólo haya concluido sino que además ya puede ser conocido por todos/todas. Por eso se requiere de un esfuerzo para ignorar el hecho de que ustedes saben el final de la historia, y que yo sé que lo saben… Así y todo seguimos la ficción, les cuento algo que pasó y que no podrá ser cambiado, cosas cuyos desenlaces en ocasiones, como es el caso de la que procede, ya son conocidos para muchos/muchas de ustedes. Sin embargo no importa…

Se va, se fue

“Olivia, ella es tu madrastra”… no recuerdo si las palabras fueron las mismas, pero la idea era esa. Olivia, nuestra “hija de homestay”, es una estudiante de ECELA que vive en casa desde tiempos inmemoriales. Por alguna razón que desconozco (o quiero desconocer) este año comenzamos a recibir estudiantes con la broma de que Lara era su “madre de homestay”. Mi rol oscilaba entre el de “hermano” o “padre”; aunque a esta altura ya me he resignado a que si mi cónyuge es su “madre”, bueno, no me van quedando muchas más opciones que ocupar el rol de padre.

Y mientras hacíamos estas bromas el domingo de la partida de Lara, de alguna forma u otra íbamos entrando en la cuenta de que el tiempo había desaparecido de algún modo, que ése era el día, y que era el principio de una etapa de cambios para los tres, más para Lara, que partía con rumbo a la escala previa a la aventura suiza, y también para Angie, que se había mudado a casa el día anterior, y por supuesto también para mi, que veía acabar casi dos años de una experiencia única…

En realidad “ver acabar” era una forma de expresar una situación por demás rara y que, de alguna forma todos/todas percibimos. Ninguno/ ninguna, creo, terminó de caer en la situación hasta que no estuvo bastante avanzado el trámite. Creo que fue Lara quien atinó a expresar algo acerca de lo rara que se sentía, como si estuviera yendo a Quilmes por una semana… ¿Cómo hacemos para sentir eso? Tiempo después pensé e imaginé que en algún punto la experiencia en Chaco, en Tucumán un poco nos habían ayudado a comprender que una despedida no es, necesariamente, definitiva, y que puede implicar que más tarde nos veremos, nos contaremos nuestras cosas, charlaremos y será como si al mismo tiempo nada y mucho hubiera pasado …

Sin embargo aún no había subido al micro, tampoco habíamos ido a la terminal. El tiempo desaparecía pero aún se respiraba un aire de tranquilidad en la casita. Hicimos fotos de triunvirato, miramos el equipaje de Larita, lo comparamos –bromeando- con el de Belu… A favor de Lara debo decir que era mucho más “macizo”, en el sentido de que ella no tenía la docena de bolsas, bolsos y bolsitas en las que Belén había esparcido sus cosas. Eran bolsos, grandes, concisos y pesados. Tanto que fue necesario el esfuerzo coordinado de al menos 3 personas para cargar el equipaje al micro. Ése fue el primer momento en que cobré cabal conciencia de que efectivamente era el día, que algo importante iba a cambiar en la vida de ambos y que algunas cosas ya no serían iguales. Que era la última escena de esta experiencia que comenzara en junio del 2006 cuando Lara hizo su desembarco en Bariloche. Claro que por aquel entonces nada de esto podía saberse… la búsqueda de la casa, los llamados a Italcred, el acercamiento a las escuelas de español, la lluvia, montones de situaciones y cosas que se convirtieron en recuerdos de esta extraña aventura que elegimos vivir y que construimos día a día. ¿Cuántas cosas pueden pasar en tan poco tiempo?


Mientras tanto el equipaje ya estaba cargado, Lara en el micro, nosotros debajo. Como siempre ese momento que media entre la despedida, la subida al micro y el arranque del mismo puede parecer eterno. Y esta no fue la excepción. Sin embargo arrancó, el micro entró en movimiento, agitamos las manos, saludamos, lloramos, sonreímos, volvimos a saludar. No recuerdo haber generado un mar de lágrimas, pero si sentía los brazos de mi mamá y mi papá alrededor mío. Algo de lo que había vivido en los últimos dos años se iba en ese micro, algo se quedaba, algo iba a cambiar para siempre y algo habría de continuar… y supongo que está bien que así sea.

domingo, 13 de abril de 2008

No me dejen solo

Terminé de bajar la última bolsa del altillo; se había formado un extraño conjunto que incluía bolsos, cajas, bolsitos y mochilas. De a pares o solas, las cosas se amontonaban sobre el piso del comedor de la casa. Miraba el espectáculo con una mezcla de extrañeza y comprensión: la situación parecía haber pasado en más de una ocasión, y así era, efectivamente. Entre mudanzas, visitas, y mi propio espíritu de ropavejero siempre se han generado escenarios semajantes aunque, claro está, no siempre habían generado escenas tan glamorosas... Belu habría de irse esa misma tarde, Lara la acompañaría para comprar su pasaje a Buenos Aires, ella debería partir el viernes siguiente, justo un día antes que Matías..."No me dejen sólo", pensé, y aunque citar a Neustadt no es mi estilo... sin embargo no logré pensar en nada mejor... Y aunque, la realidad no tenga ese tono casi melodramático, aún no logro dar con un mejor título.

Mientras tanto, primero el simulacro de partida de Lara, más tarde la división de bienes gananciales y finalmente el armado de las cajas de mudanza definitiva, no hacen sino preanunciar lo inevitable; la eventual disolución de nuestro matrimonio por conveniencia y por ende, de nuestro concubinato. La partida de Belu con rumbo a México para trabajar, el traslado de Matías a la escuela de Buenos Aires por tres meses acompañan el proceso de duelo. La fecha, pero incluso la llegada de Angie y la continua aparición de nuevos personajes en nuestra (mi) vida no hacen sino acentuar una impresión que compartimos con Lara, casi desde el primer momento; recibir gente, generar una relación, despedirse, reencontrarse o no, continuar la vida... y ésa, calculo, es un poco la característica del estilo de vida que llevamos acá. Llevamos, digo, en general la gente que vive acá en Bariloche, y más aún quienes trabajamos con turistas que vienen a estudiar español.

lunes, 18 de febrero de 2008

Rock Master

No hicimos planes, sabía que quería ir. No exactamente cómo, ni cuando, pero quería ir. No pusimos el despertador, simplemente nos despertamos cuando nos llegó la hora. Aprovechamos bastante para quedarnos en la cama, mientras la luz del día apenas se insinuaba por detrás de las cortinas. Parece extraño, pero con el cambio de horario comienza a amanecer a las 8, así que hasta las 8.30 no hay plena luz, o incluso más. Se hace difícil saber entonces que momento del día es por el sólo hecho de mirar por la ventana. En contraposición seguimos disfrutando de tardes largas donde la claridad se extiende hasta entrada la noche... ¿Es de noche aunque sean las 10 pero sea de día? ¿O sólo es de noche con la oscuridad? ¿o a las 20.00 ya es la noche? ...

Como fuere, luego de aprovechar el placer de permanecer en la cama sin tener la necesidad de salir por alguna razón específica, me digné a asomarme al mundo exterior. Comprobé que, además de la luz, la temperatura también da cuenta de que nos preparamos para entrar en la recta final del verano. La mañana, como tantas otras de estas semanas, se presentaba más fresca que las inverosímiles temperaturas de enero.


Desayunamos, hablamos, lavamos ropa. Nuestros "hijos" no estaban. Ya me resigné, acepté que Eric y Hannah, los/as estudiantes que viven ahora con nosotros son, en parte, nuestros hijos de homestay, y ellos parecen sentirse cómodos con ese apelativo. Imagino que, en parte por eso o por la resignación, ya no insisto en remarcar mi posición de "hermano" de homestay. Imagino que, como padre, bien puedo reservarme un poco más de autoridad que como hermano.


Como decía, nuestros hijos ya se habían ido; y luego de retacear la iniciativa, decidimos que ya era hora de partir; nos esperaban el bondi a Catedral, la picada a Frey; a Lara Playa Muñoz, a mi el refugio Frey, sede del 15º Rock Master. Y hacía allí fuimos...

Nos separamos y continué mi viaje solo. Sorpresivamente había recordado llevar mi cámara de fotos. Es increíble como algo nuevo tarda en ser incorporado a nuestra rutina. En mi caso, adoptar la costumbre de recordar que tengo una cámara es algo más difícil de lo que podría pensarse. Pero no volví a olvidarla y me entretuve parte del camino con la fotografía. Eso hizo del camino algo más interesante, incluso la parte final, que tantas penas me había generado en la primera ocasión en que subiera. En efecto, cada vez que subo al refugio compruebo que pocos son los lugares que recuerdo de manera sistemática pero que vívidamente preservo la sensación de abatimiento de la parte final de la subida. "Me quedo acá, sigan ustedes, después voy". Seguramente debo haber comido una barra de cereal y tomado agua en busca de algún alivio o energía que no recuperé. Pero seguí, seguimos, con Chili, Pancho y Sissi esa primera vez...


Afortunadamente, ese recuerdo es tan fuerte, que al llegar al refugio no puedo creer que el camino ya haya terminado, tan simplemente, sin sufrir... Pero fue así, y ahora volvía el verde cañadón que se abría a mi costado; más arriba los pedreros, las lengas achaparradas y las piedras, hasta las cumbres puntiagudas. Unos metros antes de llegar, pero con la certeza de que el refugio no podría estar a más de 100 metros los ví; una, no, dos figuras que brillaban, que reflejaban el sol, allá, arriba en la aguja Frey. Diminutas, sí, pero humanas, las figuras escalaban, subían o bajaban...


Sin embargo, cuando llegué al refugio, el lugar estaba más que tranquilo; si algunas carpas aquí y allá salpicaban de color la costa de la laguna Toncek. Sí gente en movimiento en un lado y otros, pero no mucha.

No para mi asombro, ciertamente, descubrí que la escalada no es una actividad que me apasione, así que luego de mirar un poco, me volví hacia la playa y me dispuse a reconocer ese cambiante lugar donde a veces existe una laguna y otras tantas un campo congelado donde se patina o esquía.


Atardecía, o atardeció, ya que fue sólo un momento en el que el sol, rápidamente, se escondió detrás de las montañas. Sin nada más por hacer volví al refugio, tal como lo hacían los/as escaladores/as que participaban de la competencia...

viernes, 15 de febrero de 2008

Se supone que tengo que actualizar el blog

Sí, ya lo sé...
De nada sirve que intente decir que había escrito cosas y que, al cargarlas se borraron. Menos útil sería mentir que eso pasó en reiteradas ocasiones. Sólo puedo decir una cosa: alguien me roba el tiempo.

No sé quién, no se cómo, tampoco cuándo... sólo sé que desde el último fin de semana de noviembre entré en un tobogán que, espero, haya terminado y me haya dejado aquí, o ahora, mejor dicho, en el 15 de febrero.

Todo comenzó algún tiempo atrás, en la isla de sol... ah, no perdón... todo comenzó cuando, a finales de noviembre tuvimos un fin de semana de capacitación en la escuela. Para variar, tuvo que ser, hasta ese momento, el mejor fin de semana de la por entonces vigente primavera. A partir de ese momento algo pasó; una cosa llevó a la otra, un fin de semana refugio, la llegada de mi mamá para mi cumple, más refugios y caminatas... y Chili, y Pancho, y Uli ... año nuevo. Más amigos, más visitas; Flor, Luzu, los peixes, los Rossettis, Eri y Nico. Poco a poco comenzaron también a aparecer nuevos estudiantes que llegaron a vivir a casa, mientras el trabajo llegaba a su mayor punto. De hecho, en algún momento llegamos a tener en la escuela 45 estudiantes y superamos los 30 por más de dos o tres semanas.

Es una sensación rarísima, la de la estacionalidad de la ciudad, y es como sentir que, en un momento hay una marea que te lleva. No sólo en la calle, es un ritmo, es algo que se respira; salir temprano, ir a algún bar, hacer algo, salir a caminar o correr, juntarse con amigos.

"Síndrome del falso turista", fue bautizada esta situación por Roque, un compañero del trabajo. Tal cosa consistiría en tratar de ponerle el cuerpo a las vacaciones ajenas, en seguir el ritmo de amigos y familiares turistas, corriendo con la clara desventaja de que uno trabaja.

No me quejo, no nos quejamos. Esta bueno, pero desgasta a pesar de lo bien que uno pueda pasarla, y claro, uno empieza a recortar tiempos de donde sea. Al parecer el blog y los mails fueron los primeros en caer en el recorte. No me robaron el tiempo, ahora lo sé, lo usé en modo diferente; hice y hago otras cosas. Trato de disfrutar de este verano espectacular que nos recompensa después de un invierno aletargante.

Pero estoy, se supone que existo, y aunque no siempre escriba, sigo teniéndolos/as presentes todos los días; y aunque no siempre los vea o les escriba, siempre están...